Bueno amiguitos del metal, compañeros de lecturas. Mucho dejo que desear para cubrir vuestros huecos cafeteros y perder vuestros cinco minutillos diarios. De momento seguimos con retrasos y espero en algún futuro próximo volver a hablar de Londres (O no). Omitiré mientas tanto el espinoso tema de la vivienda.

Pero dejemonos de pamplinas, que lo que el respetable lleva pidiendo una semana ya, es comprobar con sus propios ojos lo guapísimos de la muerte que estabamos todos en la boda del Salva. Es normal que sintais las ansias, figurines. No os hare sufrir más. Agarrar con ahinco vuestra carpeta de la superpop y gozar con nuestras esbeltas figuras.

Comenzaremos por el novio. De profesión mosca cojonera. Amigo desde hace varios lustros y que tengo la suerte de haber tenido siempre que he necesitado. Los que le conocemos desde hace tiempo, pudimos observar la transformación y le recordamos con cariño, cuando emitía gritos de ciervo en celo por los campamentos acompañado con sus redondas gafas de pasta.

Acompañado por sus papis, esperaba impaciente a la novia. Tenía que estar impecable. Y es que la novia llegó, guapísima toda ella y en ese momento servidor dejo de hacer fotos para ponerse al final del velo y ejercer de Frodo en lo que era mi tarea de máxima responsabilidad, portar los anillos. No os aventureis a decir que era tarea fácil, que no desverlaré aquí los secretos de tan noble arte. Pero tiene su dificultad. Excasa. Pero la tiene.

Pasaré de puntillas por la ceremonia, reseñando sin explicación momentos como «Salvador, tu que opinas?» del cura o un emotivo quiebre involuntario de voz que hizo sacar los kleenex a más de uno.

A la salida, coche lleno de globitos y todos directos al banquete, que era lo que las almas (y en un segundo plano los estómagos), estaban esperando. Atención al lanzamiento de arroz en paquete.


Y es que estas ocasiones aparte del acto propiamente en sí, valen egoistamente para reencontrate con toda la gente que viviendo cerca o lejos, hace mucho tiempo que no ves. En mi caso, especialmente mis compañeros de batallas Scouts y mis niños, los mismos que se marcaban las rutas en calzoncillos, se caían montaña abajo rodando, se quedaban atrapados en zarzales, y adoraban hacer misiones imposibles como cruzar lagos en balsas autofabricadas, o te montaban una plaza de toros en un pispas o te rompían la rodilla por los montes franceses y gallegos.

Es en este momento cuando ves como la gente evoluciona (menos alguno… ups) y como lo años no pasan en balde, y ves que el que no se ha comprado un piso, se ha casado o esperan con gran ilusión su primera retoña. Julia está en camino!!!

Llegado este momento alguno de vosotros podría pensar erroneamente que nos hemos vueltos unas personas serias…

… que nos sentamos tranquilamente a cerrar grandes negocios empresariales al aroma de un habano…

… que nos decantamos por grandes comilonas a base de marisco con los que demostrar nuestro alto standing…

… pero nada más lejos de la realidad. Aunque a primera vista intentemos disimular seguimos siendo los mismos garrulos entrañables, nos atrezzen como nos atrezzen. Y eso, amigos míos, no se paga con dinero.

Llegados a este punto en el que no queda sino la cuesta abajo de toda boda, el espectáculo degradante en que los trajes se transforman en disfraces, me permitireis que os ponga un par de fotos de algún momento en que todavía estaba aceptable, con ambos novios.


A partir de aqui, y por mucho que se intente disimular. Comienza el desmadre!!!

Si hablamos de nuestros envidiables estados físicos y sobre todo si hablamos de mi mismo estamos hablando de un ser que acabó con agujetas en los abdominales tras bailar reitaradamente ese gran clásico de las bodas que es Paquito el Chocolatero. Ya sabeis todos que es un baile que exige gran dedicación, equilibrio y un saber estar y comerse el escenario. Lo bordamos.

Asi que haciendo este inciso deportivo, decir que como podreis ver en las fotos que siguen y que me abstendré de comentar, no fue esta boda motivo de lágrimas ni de pasarselo mal. Que cada uno saque sus propias conclusiones.






Y a los novios, pues que les vamos a decir… Que se les desea toda la felicidad del mundo, que coman perdices, que se lo pasen muy bien y que aquí nos tendrán (al menos a mí) para lo que necesiten. He dicho.

VA POR VOSOTROS!!!

Y los demás fueri, que ya no queda nada que ver aqui!!! 😉