Recién llegado al aeropuerto de Narita, sabes que no has dormido nada en un vuelo de 12 horas y que eso te pasara factura, sobre todo cuando has salido de Londres a las 8 de la mañana, has hecho escala en Paris durante un par de horas y tras el vuelo intercontinental estás de nuevo en las 8 de la mañana. Jet-lag lo llaman, pero lo que realmente es es una gracia.

Lo segundo que piensas es que cuando te decían que nadie hablaba inglés seguro que era otra exageración más para añadir dramatismo a la escena. Error. Pronto descubres que NO. Que el inglés les resulta tan desconocido como el élfico oscuro. Incluso para los empleados del aeropuerto. Sonreir sonrien eso sí, y te asienten (sin comprender nada) mientras hablas un gutural idioma a base de muchas horas de jugar a las películas y de un inglés reducido a verbo y objetos. Ugh! Yo Tarzan! Tu Chita! Dónde bus?

De todas maneras, pocas cosas hay en esta vida que no se puedan conseguir sonriendo. 😀

La primera impresión de Tokio para mí fue que era terriblemente fea y caótica. Tremendamente impresionante, pero el hecho de que desde la autopista le puedas dar la mano a un señor en su terraza, mientras cruzas por bosques de edificios de arquitectura anárquica le resta algo de encanto. Y es que la idea de armonía y de conjunto arquitectónico se podría definir como ausente. Los edificos aprovechan cualquier hueco para meterse, bien sea un rascacielos, o una pequeña casa de cuatro o cinco plantas.
Esto implica que un edificio no tiene nada que ver con los que tiene a su alrededor con lo que la sensación de descontrol es total.

Las autopistas se cruzan por medio de la ciudad en varios niveles (yo vi hasta cuatro, pero no descarto más), estando alguno o varios reservados a veces para el tren o el metro. Las calles llenas de gente. Lo único que falta es que los coches vuelen para estar en el futuro de ciencia ficción que tantas veces se nos ha mostrado en las películas.

Ya? Ya teneis una imagen mental de la ciudad? Pues olvidarla. No se parece en nada a lo que os imaginais. Es indescriptible. Y los videos y fotos que os pueda enseñar no atrapan el encantador, desastroso y organizado a la vez, barullo que rodea la ciudad.

Sí. Esto que veis es Shibuya. Con el paso de cebra más transitado del mundo, por el que pasan al cabo del día más de un millón de personas. La palabra que mejor lo define es impactante. Cinco pantallas audiovisuales gigantes, musica y sonido atronador, toda la gente, coches, motos, un tren cruzando. Creo que salir del metro y aparecer directamente ahi me hizo alucinar. Me quedé petrificado. De hecho es uno de los sitios que más me han gustado de Tokio. Y no es que sea especialmente bonito, pero es la sensación que tienes de estar en el medio de todo. Increible. Ni ahora habiendo vuelto del viaje puedo entender porque me atrapó tanto, pero así fué. Para que negarlo y para que darle más explicaciones. 🙂


Y es que sentirse rodeado por un mar de neón no es una sensación que se olvide facilmente. Las calles que salen de la plaza están llenas de colores, de signos incomprensibles para mí, y sobre todo te abruman. No sabes para donde mirar, porque mires donde mires, te estas perdiendo otra cosa al lado. Pasan demasiadas cosas al mismo tiempo para poder asimilarlas. Apuntas la cámara, y antes de disparar ya estás pensando en la siguiente foto. Qué locuuuuraaaaa!!!!



Muy cerquita de la salida de metro y tren y entre las calles Bunkamura-dori y Dogen-zaka, se encuentra una pequeña y curiosa colina. Love Hotel Hill, la colina de los hoteles del amor.

Bajo este nombre se encuentran una serie de hoteles, que con la premisa de la absoluta discreción (tanto que en muchos si entras ni siquiera tienes contactos con los empleados), alquilan sus habitaciones por horas y por noches para que amantes y otras parejas menos lícitas tengan su lugar de privacidad en el centro de Tokyo.

La fama las precede y en ellas se pueden encontrar todo tipo de habitaciones para todo tipo de gustos. Hasta aquí puedo leer. Echadle un vistacito a las habitaciones que nos ofrece este. Y si quereis imaginaros la zona hete aquí unas cuantas fotos.





Os dejo a vuestra elección el decidir lo que pensais de esto, pero por lo visto es bastante popular en una sociedad como la japonesa, en la que los jóvenes viven con sus padres hasta edades muy adultas. 😉

Más raro es sin duda este otro sitio…

… que en letra azules sobre fondo amarillo, indica claramente su propósito. Un masturbatorio. Releed la palabra y dejad libre vuestra imaginación, pero a mí no me pregunteis que no voy a ser yo él que dé explicaciones.

Y para los más observadores, diré que la tienda de DVDs que hay al lado no vendía películas de dibujos animados precisamente. Aparte de, permitidme, dudar de la legalidad de los contenidos de la misma.

Curiosa, desde luego esta urbe desde el primer momento. Shockeante cultura. Shockeante ciudad. Todo un mundo por descubrir. Nunca fuimas tan iguales y más distintos.



Aprovecho desde este, el primer relato de todo este caos semiorganizado, para dar las gracias a mis dos anfitrionas, a Beatriz y a Carmen, por haber tenido tiempo para mí a pesar de que ellas no estaban de vacaciones, por andarme sacandome por aquí y por allá para hacer que mi viaje fuera toda una experiencia inolvidable. Agradecer también al amigo Héctor por hacernos de guía «turístico» por tan curiosa colina.