El City Hall de Londres, es decir, el Ayuntamiento, obra de Sir Norman Foster (al que ya recordaremos de otros capítulos como el Reichstag de Berlín) es para mí unos de los nuevos edificios emblemáticos de esta ciudad.

Conocida localmente como «la torre inclinada de Pizzas» o «el saco de nueces de Foster», el Ayuntamiento domina la parte sur del río enfrentandose a la torre de Londres, con la que se conecta mediante el Tower Bridge.

Entre sus múltiples apodos más informales (aún) ha sido comparado con un casco de moto (o el de Darth Vader… jur jur jur), un huevo deforme, una cochinilla, o en palabras del propio Alcalde, un testículo de cristal.

Gran manera de referirse al propio hogar.

Aunque generalmente una parte está abierta al público entre semana, muy de vez en cuando se abre de manera general al gran público durante algún fin de semana.

Es el momento de subir a su azotea y disfrutar de las magníficas vistas circulares sobre la ciudad de Londres. Vistas desde las que tuve la suerte de tener a mi alcance ese maravilloso arcoiris que ya os mostré la semana pasada y de deleitarse con imágenes como estas:




Aunque a un servidor, lo que más le gustó fue la distribución de las escaleras circulares a lo largo de la parte frontal del «casco», en un enorme espacio diáfano que te deja con la boca abierta. Me vuelvo a quitar el sombrero ante Sir Foster y todo su equipo.




No tengo ninguna duda de que esta intrincada espiral y la cantidad de cristal empleado harán las delicias de nuestros amigos arquitectos ya que os puedo asegurar que a mi me pareció una obra digna de admiración.

Comentabamos sin ningun resquemor que sería un sitio ideal para trabajar. Independientemente de lo que hagas. Aunque trabajar, trabajar… pues como que poco. Gran sensación de espacio y unas vistas impresionantes asegurarían una reducción de mi productividad a cero embobado mirando por la ventana el río y la City, las nubes cambiantes, el Tower Bridge, los barcos cruzando… mmmmmm




Recomiendo fervientemente estar atento a las próximas aperturas públicas y adentrarse en él y dejarse llevar por sus sinuosas espirales. Merece la pena.