Ya los romanos ocupaban este pequeño terruño donde se juntaban a debatir los asuntos comunitarios con una pequeña basílica. En el siglo XIV el por aquel entonces alcalde Richard Whittington, compró el terreno y con el una casa con estructura de metal denominada «Leaden Hall» (La mansión de plomo) en cuyo alrededor comenzó a tomar forma un mercado.


Carne, pescado, aves de corral, mazorcas de maiz. Una animada imagen de lo que debió ser una zona en continuo movimiento. Fue devastado en el Gran Fuego que destruyo mucho del Londres de la época en 1666 y pasó a ser reconstruido por el arquitecto de la ciudad Horace Jones (diseñador de muchas de las estructuras victorianas de Londres, como el fascinante Tower Bridge)quien le dio forma a base de acero y un techado de cristal en 1881.

Se convirtió rápidamente en una atracción turística. Una pequeña joya arquitectónica de menos de un acre (4 046.85642 m2 – los ingleses y sus medidas)ahora semiescondida a los pies del edificio Lloyds, en el corazón de la City. LeadenHall Market tiene un encanto apagado, que vió tiempos mejores y que según cuentan recobra su poderío en Navidades y durante la época de caza, con todo tipo de perdices, grullas, faisanes y similares en sus escaparates.


Ahora reconvertido en más unos soportales comerciales que en un mercado propiamente dicho acoge a boutiques, floristerias, restaurantes, pubs…

Lo descubrí de casualidad, como la mayoría de las cosas que sorprenden en Londres, un giro a destiempo y descubres algo que ha quedado fuera de las guías. Londres es una caja de sorpresas, y mi hasta ahora desconocida City cada vez más. Es necesario seguir perdiéndose.

¿Quién sabe la cantidad de secretos que aún se esconden tras las calles y patios que se entrecruzan?