No fue hasta el 874 que los primeros colonos se empezaron a establecer en Islandia huyendo de una guerra civil y disputas en Noruega, Britania, Escocia e Irlanda. Islandia era por aquel entonces territorio sin colonizar que podía ser reclamado por quien lo quisiera. No es de extrañar, pues debía ser algo tremendamente desolador. A las condiciones atmosféricas se le añadía la falta de animales. Mayoritariamente aves y el zorro ártico como la única especie de mamífero.

El noruego Ingólfur Arnarson fue el primero en establecerse en la isla y lo hizo al lado de un pequeño lago en la parte suroeste de la isla. Este pequeño asentamiento dió origen a Reykjavik, que viene a significar algo como bahía humeante. No es de extrañar debido a la cantida de actividad geotérmica de la isla que se encuentra entre las placas téctonicas Norte Americana y Europea, cuyo calor evapora grandes cantidades de agua.

Este pequeño lago conocido como Tjörn, fue el punto sobre el que empezó a crecer la ciudad y que actualmente alberga a más de 40 aves migratorias.


Es lógicamente uno de los puntos de parada obligatoria, sobre todo porque los autóctonos (y los no tan autóctonos) suelen ir allí a dar de comer a los gansos, patos, cisnes y demás pajarada, con lo que la algarabía de aves está garantizada.




Es por lo tanto parada obligatoria (a pesar del frío) para los que disfruten estudiándolos y los que como yo se entretenga cazandolos a golpe de clic fotográficos. 🙂



Retomando la inconexa conversación a la que os acostumbro: Con el tiempo el hombre fue introduciendo nuevas especies animales, caballos, ovejas, vacas, ciervos y ratas y ratones (estos involuntariamente jeje) y si bien a su llegada Islandia tenía grandes extensiones de bosques de abedules, fueron rapidamente lipadidados dilapidados para hacer leña y poder soportar las frías temperaturas. Como resultado de esta época de devastación la isla esta prácticamente pelada. Parece ser que últimamente se están comenzando nuevos proyectos de reforestación, pero si lo vuestro son los bosques no estais en el sitio más recomendable para perderos por las arboledas. Hay incluso un dicho que dice que si estas perdido en un bosque islandés no tienes más que ponerte de pie.

Los motivos ecológicos son fuentes de discusión en la isla. No en vano Reykjavik usa exclusivamente energía geotérmica, por lo que se ha ganado el mote de ciudad sin humos (curiosamente siendo conocida en sus inicios como bahía humeante…). El agua caliente se acumula en unos enormes tanques sobre los que se ha construido un complejo turístico que responde al nombre de Perlan.

Tuvimos la mala suerte de ir en día de fiesta (ya sabeis, Semana Santa es lo que tiene) y fue un gran error. Vamos, es un gran error hacer cualquier cosa en Islandia en estos días de Semana Santa. Poca visión de negocio tienen nuestros amigos islandeses. Todo, todo, todo cerrado.

Claro que en cuanto vimos que algún otro hijo del turismo utilizaba la escalera de emergencia (que no estaba cerrada) para subir a la cúpula ni nos lo pensamos.


Nos perdimos el museo de las Sagas, pero la vista es espectacular desde el exterior de la cúpula. Se pueden ver la bahía, las montañas, el puerto, la zona vieja, las catedrales, el Hallgrímskirkja…



¿Como? Que ya va siendo hora de coger fuerzas y un reconstituyente… pues nada cervecita para el pecho, que eso es como comerse un pan! 🙂


Porque no estamos ahora para cazar patos… 😉