Hablar de Oxford, al igual que Cambridge, es hablar de una imagen de una universidad todopoderosa y todopotente. Una escuela de élite y elitista al alcance de muy pocos y a la que se accede con una media de sobresaliente en la escuela anterior.

Pero Oxford no fue siempre sinónimo de Universidad. Fundada en el siglo XII por Enrique II, acabó con la tranquilidad de una población que existía desde el siglo IX. Los locales no vieron con buenos ojos al millar de estudiantes que se hizo tr desde Paris. Demasiado ruidosos, alboratadores y camorreros.


Desde entonces se pudo empezar a sentir la relación tensa entre el pueblo y la academia, que acabó de la peor forma posible en 1355 cuando tras una disputa, alcohol mediante, perdieron la vida en sus calles 63 estudiantes y 30 locales.


Aún así contando con el beneplácito de la Corona y de la Iglesia la institución fue tomando forma y ganando peso, siendo la tercera universidad en Europa (tras las de Bolonia y Sorbona) y fue ganando prestigio poco a poco hasta convertirse en la Universidad que es hoy, con un carácter más internacional, pero manteniendo muchas de las tradiciones de antaño.


Pasear por Oxford es trasladarte a otra época. La ciudad en sí, ya destila un toque medieval que sería impresionante si fuera una ciudad normal, pero el hecho de que esos castillos sean el lugar actual de estudio, le da una envidia especial a los que como yo repudiamos la Universidad en la que hemos cursado, no solo por motivos arquitectónicos. Vamos, que ni aunque me apunten vuelvo a pasar yo por el suplicio de los exámenes, pero si tuviera que hacerlo este ambiente es mucho mejor, donde va a parar. 🙂


Lo mejor para que os hagáis una idea de la ciudad es que el encalomarse a algún tejado para poder deleitarse con las vistas. Ya sabéis que yo, aún siendo un quéjica acusica padecedor de vértigo, gusto de subirme a los sitios que considero seguros para echar una ojeadita al mundo desde otra perspectiva. Aquí la solución está en subir a la torre de la Iglesia de Santa María:

Desde la que sin ser un águila se pueden disfrutar de estas vistas:



Ahora sólo queda que cada cual empiece a vagar por las calles, dejándose llevar, perdiéndose por los callejones y recreándose en las fachadas, talladas hasta la extenuación, que si bien nos pueden dejar cornisas tan adornadas como esta…

… no habrá que dejar pasar los incontables detalles mucho más curiosos que nos dejan los muros de la ciudad. Presten atención:



Si por el contrario lo que quereis es despejar la mente y el cuerpo, siempre podreis hacer punting en el río (que no puenting) siendo el punt una barca de fondo plano, ideal de la muerte para dejarse llevar…



Y estudiar? Estu..que? Que aplicados os veo. Espero que hayais pasado por el callejón Diagon y tengais ya vuestra varita de pluma de fénix o pelo de Unicornio, que nos vamos para Hogwarts!! Mañana, eso sí. 😉