Con las legañas uniendo ambos párpados, recibía un SMS de Sirventés a primera hora de la mañana, amenazante, reclamando mi parte de responsabilidad en la bajada de las temperaturas este fin de semana, tras haber proclamado yo, sin vergüenza, que la primavera llegaba a Londres. 😉

Y es que hoy Londres se levantaba blanco, y yo, macho ibérico me desperecé como pude para aprovechar lo poco que durara el fino y frágil manto de nieve, a sabiendas de que cada segundo perdido se acercaba más y más al fin de esta capa de maquillaje.

Según avanzaba la mañana, aún oscuro, con un sol que no era capaz de romper las nubes, la nieve iba dejando paso al aguanieve y de mientras el calor de la ciudad, despertando en domingo, con los coches circulando por sus arterias, se encargaba de despertar a Londres de esta breve hibernación.

Y ahora, en lugar de estar tumbado en el cesped, como se podía antojar a mediados de la semana pasada, me encuentro en casa, mientras fuera, el tiempo helado y sin nieve, se encarga de recordarnos, que con un café entre las manos y tumbado en el sofá al arrullo de buena música, tampoco es un mal plan. ¿Quién quiere un huequito debajo de la manta?