Pues si, amiguitos. Uno que es de lo más chic de lo más chic, a pesar de la carencia de hogar, fue invitado el sábado pasado a recorrer la bahía de Tokio en barquito. Que al menos a lomos del barco, surcando las aguas circulaba algo de aire con que refrescar nuestros cuerpos lozanos y serranos.

Parece ser, o eso dicen las malas lenguas, que si no estás en facebook no eres nadie, y yo amparado en el anonimato de no haber caído todavía en sus redes, me aproveché de una de las invitaciones que allí se repartían vía Matoki, que no sólo es una buena amiga mía, sino que además es la que más me está cuidando en este, nuestro nuevo país. Flanqueada además por Guillaume y el cuerpo diplomático representante de México de Sara Luna, no tuvimos más remedio que disfrutar de la música y sobre todo del ambiente nocturno que destilaban las luces de los edificos sobre la bahía. Una auténtica maravilla.

Y allí saliendo de la zona portuaria, dejando Odaiba a la derecha, Ginza a la izquierda por donde sobresalía la Tokyo Tower y en frente el impontente Rainbow Bridge. Uno de los puentes más conocidos de Tokio, de estructura colgante y que se ilumina por la noche con luces solares que se han cargado durante el día. Es impresionante. Y pasar por debajo de sus 570 metros de longitud dividios en dos niveles es alucinante.

Una manera completamente insospechada de pasar un sábado noche con la boca abierta. 🙂