Kaikoura 19

No desesperéis, vuestras peticiones no habían caído en saco roto. No es fácil ser un contrabandista en estas tierras oscuras, pero he aquí algunos consejos para esquivar a los cazarecompensas de Jabba.

Mucho ha llovido desde que aterricé en Auckland buscando como moverme por este país. La opción más económica sin duda era el autobús de hop on-hop off. Pague usted una tarifa y viaje en nuestros autobuses por el país. Según la compañía (Kiwi Experience, Magic Bus, etc…), puede funcionar por kilómetros, por zonas, o similares, pero no se adaptaba al tipo de viaje que yo quería hacer.

En principio porque este tipo de viajes funcionaría muy bien enganchando ciudad con ciudad, cosa en la que yo no estaba especialmente interesado, así que tendría que seguir añadiendo dólares para hacer los tours que me llevaran a los puntos que yo quisiera ver. Y algunas zonas como por ejemplo The Catlins simplemente serían imposible de recorrer de esta manera. Vamos, que estaba dispuesto a hacer un sacrificio económico a cambio de disponer de más libertad.

Mi primera opción era hacerme con un coche, pero rápidamente cambié de opción cuando llegué al país y comencé a conocer a gente. Si optaba por una furgoneta, mantenía la libertad y además me ahorraba el alojamiento. Opción que en coche se podría hacer, pero con la ayuda de una tienda de campaña. Opté por la furgoneta, por eso de aumentar la «comodidad».

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Ahora bien. ¿Alquilar o comprar? Comprar implica un desembolso bastante grande que puede o no recuperarse y tiene el inconveniente de que si algo sucede al coche/furgoneta puede ser un desastre económicamente. En cambio al alquilar, el problema es de quién te lo alquila, que tiene que responder por ello.

Sin riesgo no hay victoria. Tras mirar los precios de los alquileres de furgonetas estaba claro que la compra parecía una opción bastante buena. En principio el gasto para mis dos meses planeados me resultaba más caro alquilando que comprando. Y comprando al menos podría recuperar una parte. Todo apuntaba a la compra. Empecé a mirar mercados y anuncios y tras varios días acabé adquiriendo al entrañable Canario Milenario.

El mercado de compra venta de vehículos en Nueva Zelanda es algo que funciona bastante bien y apenas tarda unos minutos en tener todos los papeles en regla. Nada de pesadas tramitaciones burocráticas. Conoces al propietario, ofertas, demandas, decides un precio, te das un apretón de manos, pasas al vehículo (si quieres) por un reconomiento mecánico y te vas a cambiar el propietario, cosa que lleva unos cinco minutos de rellenar un papel en una oficina de correos.

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A vivir en una furgo. Aunque claro, al evitar el alojamiento había unas cuantas preguntas básicas a las que responder. ¿Luz? ¿Agua corriente? ¿Duchas? ¿cocinar? ¿nevera? Se abría un nuevo mundo para mí que no tenía pensado.

Lo primero que hice fue apañar una cama en condiciones para la parte posterior de la furgoneta. Dado la cantidad de furgonetas y el mercado de compraventa tan potente con vehículos que han pasado por decenas de manos hay muchos sitios preparados para remodelar tu furgoneta. En mi caso, ya disponía a modo de herencia de colchón, sábanas, almohadas y edredón, así que sólo tuve que hacer la estructura, con el suficiente espacio para poder guardar todo lo que me hiciera falta debajo. Añadí el saco entre las sábanas para tener algo más de calorcete en este entrante Otoño y una cosa resuelta.

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Luz. Algo vital para mí. Especialmente para poder cargar las baterías de la cámara e incluso el portatil. La solución vino de la mano de un transformador que se engancha al mechero de la furgoneta. Tan sencillo como efectivo. Siempre que la furgoneta estaba en marcha estaba cargando algo. Móvil, cámara u ordenador.

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Aquí, hay un nivel aún más expert, que es el de conectar una batería extra en paralelo mientras circular para utilizarla como generador de luz por la noche. Cosa que no hice, pero creo que es una idea bastante buena. Yo por las noches me conformaba con un frontal y una linterna para ir tirando. Esto complicaba un poco por ejemplo el procesamiento de fotos, ya que sólo podía trabajar lo que durara la batería. Pero bueno, cosas más difíciles habíamos hecho.

Cocinar. Vuelta a los orígenes. Con una cocina y una bombona de gas que no he gastado en los dos meses que he estado viajando y que si hubiera gastado apenas costaba rellenarlo unos tres euros. Paradas en supermercados, llenar la despensa bajo la cama en cajas y a cocinar, calentar agua para el café, huevo frito por aquí, pasta por allá. Como un rey. Para mantener la comida que necesitara refrigeración tenía una pequeña nevera, en la que iba metiendo paquetes de hielo que solían durar un par de días. Todo listo. El pasar hambre se va a acabar.

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(Atentos al detalle sujeta cervezas de la silla. ¡¡Todo un lujo!!)

Duchas y servicios. Esto que podría parecer el problema más conflictivo no lo es para nada. Nueva Zelanda está llena (llena) de baños públicos. Para las duchas, casi todos los pueblos tienen algún lugar donde poder darte una ducha, bien sean propias duchas públicas o la piscina o similares. Ya están tan acostumbrados que hasta tienen su propia tarifa para sólo duchas y suele rondar el euro por una ducha infinita de agua calentita.

Me comentaban los profesionales del camping que para el verano, basta con unas bolsas de goma que se pueden llenar de agua en cualquier río (que siempre están impolutos), se dejan al sol un rato y agüita calentita gratis. Claro que con el frío que se estaba gastando el tiempo ya opté por el euro en la piscina pública. Añadiendo a esta información un toque de sinceridad, lo cierto es que no siempre acabas en un pueblo, por lo que la frecuencia de ducha digamos que se ha dilatado algo más de lo habitual, aunque nada grave (creo ;-))

Para el agua, pues yo ya tenía una colección de botellas de plástico que llenaba cada vez que había una fuente o incluso de los propios ríos. Todo mucho más fácil de lo que podría parecer.

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(El asiento del copiloto: mapas, más mapas, bajo los cuales apuesto que pueden oler, galletas, chocolate, patatas fritas y demás guarreridas)

¿Y acampar? ¿Se puede aparcar la furgoneta en cualquier lado? Esta es una pregunta trampa, lo cierto es que hay zonas en que ponen específicamente que no se puede acampar, ni pasar la noche, ni nada similar, así que esas se evitan, pero si no pone nada, cualquier huequillo es bueno. De esta manera, acabas metido en mitad del bosque, a pie de un lago, a orillas de un río, al lado de una playa, todo listo para ver amanecer, atardecer, o sentarte a leer un libro… aunque también se ha dado el caso, de que se eche el tiempo encima, no se encuentre ningún hueco y acabes durmiendo a la orilla de la carretera, mucho menos romántico, pero igualmente efectivo, se lo aseguro.

Si no, siempre queda la opción de acercarse a un camping, que sigue siendo mucho más barato que pasar la noche en un hostal y además tienes todos los servicios incluidos, como baños o cocina. Luego está la opción intermedia que son las zonas de acampanda del DOC (Department of Conservation), estas zonas de acampada son bastante espartanas y muchas apenas tienen instalaciones, pero están muy bien colocadas al lado de zonas pintorescas y apenas cuestan 3 euros la noche.

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(La biblioteca, esencial para las noches cada vez más cortas)

Por último la otra consideración que hay que tener es la fecha de llegada y salida al país. En temporada alta los precios se disparan y puede incluso resultar difícil encontrar una furgoneta disponible. En temporada baja, es decir ahora, las ciudades grandes están empapeladas de anuncios de gente intentando deshacerse de las suyas, por lo que inevitablemente hay que bajar el precio y no se recupera toda la inversión inicial, pero aún así y si no ha habido problemas mecánicos por medio sigue siendo bastante asequible.

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Y si además, los gastos se pueden compartir entre dos personas (no ha sido mi caso), como por ejemplo la gasolina, lo cierto es que Nueva Zelanda puede ser un destino de lo más asequible.

Y he aquí el briconsejo de hoy, mis queridos hobbits. Como bien dice la publicidad al viajar en una furgoneta estás viviendo en una «casa» con vistas a la montaña, al mar, al bosque, al río, al lago… ciertamente no es igual de cómodo, pero si sólo tienes que abrir un ojo para ver amanecer ¿a quién le importa?

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