Lo sorprendente de Edu es que nunca ha dejado de sorprender. Es uno de esos maestros que siempre he tenido sin necesidad de que hubiera un pupitre de por medio. Filosofía, matemáticas, ciencia, literatura, poesía… sentarme a hablar con Edu siempre ha sido un inmenso placer que consiguió que aprendiera a disfrutar del poder de la palabra. Esa misma que intento domar con tan poco acierto. Completan la imagen miles de momentos remojados en Rioja, acompañados de embuchados, fiestas de damas que acababan con la policía, atardeceres en azoteas y panetes variados. El pack completo, es incalculable, aunque me temo que en el PennyMarket seguro que lo tenían más barato que en cualquier otro lado.

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Momento míticos… sin comentarios…

¡Qué marrón! ¡qué marrón! ¡qué marrón! Ya lo sabéis, me llega un correo un día remitido por nuestro blog amigo en el que se me invita (qué sutil crueldad) a contribuir a la celebración de los 1000 posts de lo que es uno de los rincones de internet a los que mi navegador accede con mayor placer (placer que comparto, todo sea dicho). Y entonces uno se plantea: ¿qué coño hago? ¿escribo algo chulo y emotivo en homenaje a ese hombre como no hay dos en el planeta? decididamente no, buscando hacerle un panegírico puedo caer en el patetismo. ¿Me planteo contar alguna experiencia viajera emulando al tío Matt, Ebro arriba o Ebro abajo? no resistiría la comparación con el peor de los posts que haya escrito el buen Matt, opción desechada. ¿Me tiro el pisto con alguna foto chula que deje a la audiencia alucinada? sólo pensarlo me da la risa�

De modo que no me queda más remedio que hacer a la humanidad un gran bien y mostrar la verdadera cara de ese hombre (si es ésa su auténtica naturaleza) que bajo una apariencia dulce y encantadora envenena las vidas de todos aquellos que le rodean y le tratan. Sé que será duro para muchos y que da miedo descubrir algunas cosas, pero es una responsabilidad que llevo evitando hace tiempo, y no puedo seguir demorando. Así que me encomiendo a los espíritus protectores y que la amplia sombra de Falete nos cubra a todos en una ocasión tan aciaga. Advierto que todos los sucesos que voy a relatar fueron vividos por mí en primera persona (algunos en tercera, que llevaba un par de cervezas, ya lo advierto).

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El lado oscuro de Ignacio al descubierto…

Parte primera. No quiero estar un año de campamento.

Karlsruhe, septiembre de 2003. Mi vida transcurría feliz en una bella ciudad del sur de Alemania a la que había llegado dos meses antes para realizar una tesis doctoral en matemáticas. Desayunaba, comía y cenaba en plena soledad, sin hablar con nadie en un aislamiento que sólo interrumpía para dejar a un tipo raro entrar a mi cuarto a que �L (un alemán con barba y todo el cuerpo depilado ¡?) jugara en mi ordenador al ajedrez mientras yo miraba por la ventana mis días pasar. La vida de un estudiante de doctorado es así de envidiable, no sé, de excitante� Y entonces aparece una noche, en el lujo de la residencia estilo holocausto en la que tenía el placer de llevar un mes sin coger ninguna infección grave, un muchacho español, con grandes ojos de Lémur (luego supe que su ojos eran de tamaño normal, pero que estaba alucinando con lo logrado del estilo holocausto de la residencia) que me saluda con amabilidad. Era Ignacio, por aquél entonces no era consciente de lo que mi vida iba a cambiar por ese «inocente» saludo. Al principio todo iba normal, fuimos corteses el uno con el otro, teníamos conversaciones banales sobre nuestras respectivas ocupaciones� lo que uno espera de dos tíos normales, vamos� Pero al poco tiempo todo cambió, ese pérfido joven se empeñó en que mi vida fuera mucho más agradable, tuvo la indecencia de incluirme entre sus amigos, compartir sus y mis aficiones, hacer de mis comidas y cenas unos torrentes de risas, conversaciones, llantos en ocasiones, cargados con una complicidad que sólo una ruindad mayúscula es capaz de engendrar. La vida en la residencia pasó de ser el puñetero rollo que debía ser a una experiencia enriquecedora como creo que no he tenido jamás de un modo tan intenso e inmediato. El pérfido bichejo y gusarapo del que os hablo me abrió su vida e incluso diría que me abrió también la mía propia haciendo que mi mente y mi corazón crecieran y mi persona se abriera a un mundo que en el tranquilo Logroño nunca hubiera imaginado. ¿Puede concebirse mayor felonía? Seguro que los que me leéis sabéis de lo que hablo. Sólo una persona aviesa y taimada, ladina y retorcida, facinerosa y detestable es tan ruin y sádica como para que a dos países de distancia de toda la gente que quieres, de tu familia, amigos �, cada tarde al volver a casa te espere una sorpresa, un descubrimiento (de películas, de música, de aficiones, de lugares, de opiniones..) o una cena divertida, en fin, que lo cotidiano sea extraordinario. Sólo un canalla despiadado puede hacerte la vida tan deliciosa. Sin ningún miramiento, ese zorro maligno me hizo ser muy feliz sin tener yo culpa de nada, cándido y piadoso como siempre he sido. Estaba destinado a vivir en Alemania como mantequilla untada sobre demasiado pan, pero no me fue permitido.

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En todas las situaciones ejercía sus malignos influjos�

Parte segunda. ¡No puedes pasar!

Tras seis meses de intensa amistad y de continuos hallazgos que me hicieron ser mucho mejor persona de lo que era cuando llegué a Baden-Würtemberg pensé que todo había acabado por fin. Pensé que habían terminado para siempre aquellas noches internacionales de la salchicha, esos chorizos que nos clavábamos entre botellas del peor vino de Rioja que se pueda encontrar en la afable patria de Goethe y Rummenigge. Pensé que ya no habría más paseos en bici por el bosque descojonándonos de tirios y troyanos y que no volvería ya a tener conversaciones sobre lo más simple y lo más profundo con la misma facilidad. ¡Inocente de mí!. El execrable ser del que os hablo es un reptil constante que no se da fácilmente por satisfecho. Volví a Karlsruhe y allí seguía. Agazapado, relamiéndose como una hija de Ungoliant, esperándome. No tuvo el tacto siquiera de mostrarse distante al principio, como hubiera hecho cualquiera aunque tuviera al menos la misma sensibilidad de un Uruk-hai. Nada más regresar me hizo sentir como si no hubiéramos dejado de vernos nunca. Sé que sabéis de lo que os hablo. Quienes le tratáis ya conocéis esa habilidad que ha entrenado en Mordor de hacerte sentir como si nunca hubieras dejado de estar junto a él por más tiempo que pase� Si alguna leve esperanza había albergado de que la hermosa amistad que había vivido en Karlsruhe pudiera terminar, esa esperanza se perdió en el tiempo como lágrimas en la lluvia. El lagarto del que os hablo sabe cómo hacer para no perder la intimidad que alcanzó contigo. Sólo los muy depravados tienen esa capacidad.

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Todo parecía ir sobre ruedas, pero él maquinaba siempre�

Parte tercera. Naves en llamas más allá de Orion.

Y entonces se fue. Se fue a Londres, que está lejos, aunque exista Ryanair. Y después a Japón, que esta requetelejos, a no ser que exista el Halcón Milenario. Pero siempre estuvo aquí. Correos y fotos, a veces incluso llamadas por teléfono, y sobre todo ese blog en el que con la excusa de mostrar al mundo sus habilidades fotográficas y narrativas realmente lo que hacía era descubirle a ese mundo una personalidad y una sensibilidad únicas. Y siempre más, siempre mejor hasta que dio ese paso tras el cual no existe retorno: dar la vuelta al mundo. Qué ingenuos fuimos los que pensamos que sería simplemente un blog excelente de relatos, viajes y fotografías. Qué incautos y candorosos los que no nos dimos cuenta de que post tras post íbamos descubriendo un hombre extraordinario que iba imprimiendo el mundo y sus gentes en nuestra retina y en nuestras vísceras. Qué torpes y necios quienes no estábamos percibiendo que era Akela quien nos iba abriendo la ventana a un mundo fascinante a través de un blog seductor y genial. No voy a haceros sufrir innecesariamente. Todos recordáis con dolor la maravillosa narración de Nepal, las manos de los orangutanes, los ojos de Myanmar y el agua del Pacífico. Todos tenéis en vuestras retinas el temblor de ver Mongolia y seguro que aún sonreís recordando al canario milenario. Habremos de vivir para siempre con el color de Mexico en el fondo de nuestras retinas y la ciudad de San Francisco como nunca nadie la había visto antes. Yo también he intentado no volver a mirar de vez en cuando antiguas páginas. No sigáis intentándolo, es inútil.

Pero no creas que esto queda así, Ignacio, no te pienses que uno puede sin más agitar las alas como si fuera una mariposa sin que se produzca un terremoto al otro lado del mundo. Esto que nos has hecho Ignacio, esto que me has hecho, no lo voy a olvidar en la vida. Y eso es mucho tiempo. Dolor, Ignacio, veo dolor�

A los demás una advertencia: Ignacio parece bueno y amable, y así lo será mientras cumpláis escrupulosamente tres simples reglas: Que no le dé la luz del sol estando con vosotros, que no se moje en vuestra compañía y sobre todo nunca, nunca, nunca comáis con él después de la medianoche.

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Allá donde va deja su huella el malvado …