Iran 06

Volviendo desde el aeropuerto al centro de Madrid, el taxista no ha sacado en plena autopista un termo para invitarme a un té mientras esquivaba los coches, ni ha rebuscado debajo del asiento o de los trapos y cacharros repartidos por doquier para encontrar los terrones de azúcar. Su guantera era aséptica, sin fundas de pelos, ni cortinas con flecos, ni decenas de imágenes de muertos en la guerra y no parecía que fuera a desmontarse en el desafortunado caso de que pilláramos un bache. Hemos hablado del tiempo y de como preparar níscalos, pero no le ha parecido interesante averiguar si estaba casado, si tenía hijos y cual era mi religión. Tampoco me ha recitado la alineación de la selección de fútbol, ni le he tenido que convencer de que el Real Madrid era mejor que el Barça.

El viaje ha transcurrido con normalidad, no ha habido una parada aleatoria junto a la calzada para motivos que desconozco, ni ha hecho un giro de 180 grados para ir en dirección contraria durante un rato. Tampoco se ha parado a saludar a alguien ni ha intercambiado entre gritos y risas opiniones para mi abstractas con otros conductores y peatones mientras pitaba antes la proximidad de otros coches. Ha usado los intermitentes e incluso los retrovisores (supongo que por presumir). Sorprendentemente ningún viandante se ha puesto a cruzar la carretera independientemente de la velocidad de los vehículos y tan solo había una fila de coches por carril (un hábito que revela a todas luces un ineficaz uso del espacio). Nos hemos cruzado con muy pocos motoristas, que además viajaban solos en lugar de en camadas.

Madrid me ha parecido limpio, silencioso y hasta nuevo. Se veía nítido, sin una bruma de polvo y contaminación que difuminara los edificios, pero también soso. Para haber demasiado verde, no había alfombras extendidas con plásticos sobre los que la gente estuviera comiendo o fumando en shishas. Ni siquiera quién quisiera aprovechar las medianas de la autopista para descansar. No he visto por ninguna parte brasas de carbón humeantes que contribuyeran a la bruma, con pollo y carne trinchados, ni gente con kilos de sábanas de pan por la calle. No he sido capaz de encontrar los puestos de frutas y verduras sobre las aceras o apelotonadas sobre carros oxidados y ninguna tienda parecía que hubiera llegado a su límite físico de almacenamiento. Ni he podido ver un solo minarete que se recortara contra los cielos de la ciudad. Si que me ha sorprendido ver gente paseando con perros y me ha encantado recordar lo bonitas que son las melenas al viento. Al pagar me ha dado una infinita nostalgia no despedirme del taxista sin llevarme la mano derecha al corazón, ni hacer una leve inclinación de la cabeza.

Iran 02

Recién aterrizado de Irán, soy incapaz de asimilar lo vivido al mismo tiempo que soy capaz de echarlo de menos, pero sé que haber podido conocer un poco Irán es uno de los motivos por los que adoro viajar. Porque es una oportunidad para acumular imágenes y olores esenciales, de esos que sospecho me acompañarán por el resto de mis días. Desconocía todo (y por todo quiero decir TODO) de este país milenario, de su rica y compleja historia incluida sus dramáticos acontecimientos recientes, de sus contradicciones instauradas y de su religión. Podía sin embargo llegar a imaginármelo.

Iran 01

Lo que no podía ni por asomo haber previsto, lo que no podía haber planeado en mis esquemas mentales era la calidad humana que me iba a encontrar, la hospitalidad innata de una gente que son felices haciendo felices. No son buenos tiempos para los iraníes, su situación no es la mejor, pero han aprendido a moverse con las corrientes, los vientos y las tempestades sin llegar a romperse. Lo llevan en su sangre. Son supervivientes puros. Sobrevivieron a Alejandro Magno, a Gengis Kan, a los árabes y seguirán sorteando lo que les venga siempre sin perder la sonrisa, esfintando las restricciones y problemas, buscando la trampa que les permita esquivar la ley. El persa es astuto, auténtico, dispuesto a ayudar y un perfecto anfitrión. Conocerlos ha sido una dicha.

Iran 03

Cuando dije a mi entorno que me iba a Irán, las reacciones rozaban el susto con una buena dosis de preocupación. Los �A ver si te va a pasar algo� y �Ve con cuidado� se repitieron en innumerables ocasiones. Aún a día de hoy sé que alguno ha respirado aliviado a ver que he vuelto sano y salvo. Es inevitable. Yo mismo estaba nervioso antes de aterrizar y poder comprobar con mis propios ojos que lo que me habían dicho otros viajeros antes que yo era cierto. Irán es seguro.

Iran 04

Kamin Mohammadi es una escritora y periodista iraní tuvo que huir de Irán y exiliarse con su familia en Inglaterra cuando tenía 8 años. Era la época del comienzo de la Revolución Islámica y su familia, especialmente su padre, estaba amenazado. En su libro �The Cypress Tree� lo describe así (la traducción, para bien o para mal, es mía):

�Aprendí a avergonzarme de mi país, ese Irán que horrorizaba a todo aquel que me encontraba en Inglaterra. Mi país solo se conocía como un lugar de furia y muerte, con la televisión limitando nuestros milenios de historia y cultura a un grupo de jóvenes de mirada salvaje quemando la bandera americana, coreando eslóganes contra Israel y tomando rehenes a diplomáticos americanos en la embajada. Yo no reconocía este lugar, a pesar de haber estado hasta ese momento allí, porque mi Irán no era el de los mulás y el fundamentalismo, sino un lugar de bondad y amor, un paraíso abundante en montañas, desiertos y mares turquesas y árboles de los que poder coger cerezas cuando caminábamos por las montañas. Mi Irán no estaba habitado por curas implacables y jóvenes sedientos de sangre sin afeitar, era el hogar de mi abuela Fatima Bibi y sus andares cansados, mi tía Mina y su risa estridente y abrazo fácil, de Mehry y su habilidad de hacer realidad ideas complicadas. Era el lugar donde tenía un montón de primos y compañeros de juegos y donde hasta el hablar de los desconocidos era cariñoso y poético. No podía relacionar los dos Iranes uno con el otro y no tenía la habilidad de explicar a la gente enfadada y disgustada por las acciones del nuevo régimen que eso no era Irán, que había otro Irán latente, escondido tras los esloganes y las banderas negras, el Irán con el que yo había crecido y que amaba tan profundamente�.

Yo si he podido conocer parte de ese Irán y por ello y aunque no sepa como explicarlo le estaré eternamente agradecido.

Mamnun Irán.

Iran 05