120 metros por encima de mi cabeza llegaban avisos de un fuerte viento. Sin embargo el dron transmitía, para mi sorpresa, una imagen estable. Era mi primer vuelo que bien podría denominarse virtual, pues mi relación con él se limitaba a lo que la aplicación del móvil permitía ver. Mis ojos estaban mirando a la pantalla si, pero estaban allí entre rotores, sobrevolando el cielo. No había otra modo, en el momento que se elevó su pequeño tamaño se redujo a diminuto hasta desaparecer. Y sí, sería virtual pero estaba redescubriendo el mundo a vista de pájaro. Mi única aspiración en esta recién inaugurada carrera como piloto era no estrellarlo. No me podréis tachar de ambicioso. Me limité a moverlo un poco y a familiarizarme con los controles, mientras Antonio, mi mentor, me animaba a llevarlo un poco más allá, girar sobre si mismo y surcar la bóveda celeste (vale, ante mi sosería como piloto permitidme un poco de épica como contador de historias). Yo seguía absorto en esa pantalla, en esas vistas imposibles, intentando asimilar que estaba dirigiendo un cacharro por espacio aéreo tridimensional, que tenía que controlar posición, batería y decenas de notificaciones que no sabía ni que significaban, mientras el aparato controlador me hablaba en chino (lo del chino es literal, no se que hice al configurarlo pero allí estaba, recibiendo órdenes en mandarín y confiando en que ninguna fuera una cuenta atrás para la autodestrucción). Una notificación en intenso rojo acompañado de una alarma ocupó la pantalla, la batería ya estaba cayendo al 30%. ¿Ya? ¿Donde estaban los 20 minutos que prometían? ¿Cómo? ¿Que sí que habían pasado? Que absorción. (Nota para los más jóvenes: antes de las redes sociales había algo llamado concentración. Te permitía dedicarte a una tarea, a una sola, durante mucho rato. Fin de la nota del abuelo cebolleta). Los propios sensores del dron hicieron un aterrizaje limpio. Había vuelto intacto. Alivio. ¿Y ahora? La respuesta solo podía ser una: cambiar la batería y volar de nuevo.

Demasiado tuve con los controles de vuelo como para prestar atención a las prestaciones de la cámara, por no disparar no lo hice ni en RAW, por no ajustar no ajusté ni el balance de blancos, ni fijé la exposición, ni deje constante el punto de enfoque. Todo eso lo he descubierto a posteriori, pero que más da. Estaba volando (si, vale virtualmente… callaos ya, aguafiestas). Aún así, y después de gastar las tres baterías que tenía he podido rescatar alguna que otra toma salvable. He aquí las pruebas más aceptables del día. Espero que esto sea el principio de una prometedora carrera como aviador (virtual). También puede ser que falle el GPS y desaparezca para no volver. Ah, ¿Que sería de la vida sin emoción? Las apuestas se las dejo a ustedes. Mientras tanto paso a renombrarme Han Solo. He dicho.

(Ah y pulsen en HD, hagan el favor)