Amanecía cuando el aire caliente empezaba a acumularse dentro de la lona inflando el globo. La bruma del río empezaba a agitarse ante los primeros rayos del sol que bañaban de dorados las casas de piedra de Colomers. Minutos después, con la suavidad de una pluma, como un ascensor infinito nos elevábamos en las alturas. […]
