Corría en año 1954 cuando los estudios holliwoodienses descubrieron que en Almería contrastando con su magnifico paraíso playero tropical había algo que les interesó aún más. El desierto.

Tabernas 01

Casi dos mil kilómetros cuadrados rodeados por las sierras de Filabres, Alhamilla y la Apujarra Almeriense eran es escenario perfecto para simular las áridas condiciones del lejano oeste. Comenzaba una época dorada para la zona que veía como sus bajos costes albergaban todo tipo de producciones. Por ahí pasaron Henry Fonda, Yul Brynner, Clint Eastwood, Bud Spencer y Terence Hill y hasta Chiquito de la Calzada (con su infame Condemor!) una interminable lista de películas, a las que se unieron otras cuantas memorables fuera del terreno indio-vaqueril y los romanos, el Cid, Indiana Jones y hasta Conan pasaron por ahí. Toda una zona criada en el seno del cine.

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Lamentablemente aunque todavía sigue usándose para alguna producción (Kill Bill), ya hace tiempo que no es más que una sombra de lo que fue y los que vivieron de pequeños entregados la cine ahora luchan por sobrevivir. Pudimos hablar con un paisano de piel curtida por los años y el sol justiciero, que llevaba trabajando en los estudios ahora relegados a hacer algunos pases para turistas curiosos. «Nos pagaban 125 pesetas al día» Una fortuna para la época.

Tabernas 05

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Toda la zona, con los estudios de Western-Leone, Texas-Hollywood y Mini-Hollywood se agrupan alrededor de la localidad de Tabernas, coronada por una ermita árabe en la cima de la colina, maravilloso lugar para contemplar los últimos rayos de sol antes de retirarse a descansar tras las montañas.

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Una gran manera de acabar la parte turística a Almería. Quedaba la Nochevieja traída directamente del corazón de italia, al Paulino’s de San José, en un menú descomunal que nadie de los presentes fue capaz de acabarse, al que se añadió un poco de dolor de barriguita intentando digerir sus múltiples platos, mientras el propio Paulino, un italiano de larga melena, pegado a una barriga, se líaba a sacar botellas de Limonchelo, como si no hubiera un mañana, para acabar tomando la calle (nada ancha por cierto) y lanzando fuegos artificiales desde una caja en la que se leía perfectamente «No encender a menos de 60 metros de casas». Ejem. Genio y figura.

Nunca había estado yo debajo de un fuego artificial, fíjese usted.

Algunas fotos más no dignas de recordar, donde siempre.