Descendiendo de las montañas sobre las que se asienta el glaciar Eyjafjallajökull, Seljalandsfoss es una de esas cataratas que se deja querer por la cámara y que adorna cantidad de calendarios, postales y libros de Islandia. Con 60 metros de altura y casi pegado a la linea costera es parada obligatoria pues no está escondida sino que se puede ver desde la lejanía a km de distancia.

No por ello deja de impresionar. Situarse lo más posible a debajo de ella resulta hipnótico. Si bien es cierto que el día tampoco acompañaba mucho si os pediría que hicierais un esfuerzo para imaginaros la escala y después probablemente comprobar que no se corresponde. Os invito a descubrir a la gente en las fotos (como por ejemplo en esta) para poder comparar (en la foto anterior sin estar pegado a la cascada ya hay un individuo).

Y aunque no debería decirlo a estas alturas, el pinchar en la foto para verlo en grande seguro que os ayudará a menos que deseéis un aumento de dioptrías instantáneo. 🙂



Una de las atracciones de estas cascada (además de ella en si misma) es el que se permite la posibilidad de pasar por detras suya, siendo completamente imposible el hacerlo sin calarse. Ya no solo por la dispersión normal de la cascada, si no además por cualquier mínimo golpe de viento. Aún así pasamos y vimos esta maravilla desde su interior.


¿Un poquito de HDR? No me convence mucho y no pasa una inspección detallada… pero da el pego… jejeje. 😉

Tras esto el plan para el día era aparentemente sencillo. Dejar de bordear Islandia para adentrarnos ligeramnete en el interior llegar a Landmannalaugar que es una de las regiones más bonitas de Islandia, pues sus montañas de Riolita le confieren una gran cantidad de colores.

Para llegar a ella nuestra parada intermedia era el Hekla, un volcan de 1491 metros de altura todavía en activo. Quizás 1491 metros no suenen demasiado, pero en una isla como esta en que todo está al nivel del mar y las montañas surgen delante de tus ojos es una gran altura que debe ser impresionante. Y digo debe, porque no llegamos a verlo. Y es que el Hekla se pasa la mayor parte del tiempo cubierto de nubes por lo que recibe el nombre de «el encapuchado».

Paisaje desolador y aterrador el que nos encontramos. Un enorme campo de piedra volcánica sobre el que potenciamos nuestras habilidades automovilísticas para no quedar atrancados en alguno de los múltiples hoyos y charcos del camino y no camino. Llegamos a Mordor, Sam.

La historia del Hekla es igual de tétrica y escabrosa. Cada vez que entra en erupción lleva desolación y destrucción en 50 km a la redonda. Tanto es así que primeros colonos que se asentaron en sus faldas atraidas por el rico suelo para granjas sufrieron el penoso destino de ser enterrados por sus cenizas (2,5 km cúbicos de Tefra)

Ya en el siglo XVI se le consideró la oficialmente la entrada al infierno e incluso los libros de la época aseguraban que se podían oir las voces y los llantos de los condenados saliendo de él. Tampoco debía ayudar mucho la imagen (según las escrituras) con el pico entre nubes oscuras con buitres y cuervos volando a su alrededor.

Sigamos con algunas cifras más. Tras estar casi un siglo sin erupcionar volvió a crear el caos en 1947 cuando creó una nube de ceniza de casi 30 km de altura!! Una nueva erupción en 1970 y desde entonces aproximadamente cada 10 años (en 1981, 1991 y 2000). Alguna imagen sobrecogedora aquí, aquí y aquí.

Y a nosotros que nos quedó? Pues la nada. Rodeados de suelo negro y envueltos en niebla blanca.



Derrotados por el Hekla, no pudiendo haberlo visto ni cruzar sus caminos ovejeros, nos dimos la vuelta para intentar llegar a Landmannalaugar por algo que pareciera más una carretera. En el último pueblo antes de comenzar la subida, mientras ya empezabamos a sortear nieve y hielo tuvimos a bien de preguntar como estaba el camino. La mujer que nos atendió trago saliva y nos informó amablemente (ante el descojone de los autóctonos) que con un coche como el nuestro era completamente imposible «Para llegar a Landmannalaugar ahora es necesario ir con un 4×4 elevado (ruedas doble de grosor de las nuestras y los bajos a algo así como 1 m de altura del suelo) y de dos en dos para que en caso de que uno se quede atascado el otro pueda ayudar a sacarlo.»

Glup.

Pues va a ser que mejor nos damos la vuelta y este sitio tan bonito ya lo vemos alguna otra vez en pleno verano no? A veces es mejor rendirse. Totalmente perdedores. Losers a tope. 🙂

Derrotados una vez más (y en el mismo día). No se puede ganar siempre. 🙂