Aunque no lo pillé en su mejore época, el jardín de Koraku-en tiene fama de ser uno de los más bonitos de Japón. 133.000 metros cuadrados en un entorno cuidado, detallado, mimado. Más propio de la imagen de calma y perfección que tenemos de los japoneses, que la imagén tan ordenadamente caótica de Tokio.

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Desde luego pasear por este jardín era relajante para todos los sentidos. Una gozada. Y eso que lo ví sin maquillar, saliendo del verano y sin llegar al Otoño, con una bruma que no dejaba al sol brillar e iluminarlo como cabría esperar. Seguramente con la explosión de la primavera debe ser espectacular.

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Tras el jardín se levanta el castillo de Okayama, que pintado de negro le valió el sobrenombre de el castillo del Cuervo, construido antes del jardín que se terminó en 1700 y ha permanecido intacto desde entonces. Apenas se han introducido modificaciones en su trazado, total, como se puede mejorar la perfección?

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Me llamó la atención, la meticulosa colección de bonsais y plantas que tenían. Os explicaría gustosamente algo más de ellas, pero es lo que tiene el analfabetismo, que no sabes ni leer, ni escribir y en mi caso, ni entender. Viajar por Japón era viajar sin capacidad de relacionarte con los demás, cosa que lejos de hacerme sentir demasiado incómodo, me hizo disfrutar la experiencia de otra manera. Hay pocas cosas en la vida que no se puedan conseguir con educación, una sonrisa y un poco de mímica.

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No es Okayama un lugar para pasar mucho más tiempo (desde un punto de vista turísitico, se me entienda), pero bien ser merece este jardín unas horitas de paseos!!! 😀

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