Nunca pensé que me fuera a emocionar tanto con un deporte. Pero supongo que una Maratón no es un deporte. Es una historia de sacrificio y superación personal. Es una historia de gente sufriendo y dejándose la piel en la carrera. Y sinceramente, hace que se te ponga un nudo en la garganta.

Y es que dejando a un lado a los deportistas de élite que hacen esto para ganarse la vida como atletas profesionales, el resto de mortales sólo tienen en mente terminarlo, al precio que sea. Historias diferentes tras cada persona.

Hay quien corre por causas benéficas. Se preparan para la maratón buscando patrocinadores que le apoyen con dinero y todo lo que recaude va para asociaciones que lo necesiten. Así hay gente que corre por los derechos de los niños, otros por los enfermos de cáncer, otro por los de Leucemia, otros para recaudar fondos para investigación… Los motivos son infinitos.

Y los londinenses lo saben, y lo único que pueden hacer es salir a la calle, llueva, truene o granice a dar apoyo. El ambiente es increible. Los gritos de ánimos constantes. Es el mejor aliciente para dejarte las piernas, el bazo y lo que haga falta en la carrera.

Muchos de los corredores llevan su nombre escrito en la camiseta o el dorsal, con lo que los corredores dejan de ser un número para ser personas. «No te rindas Will!!!», «Vamos Lisa! Lo estas consiguiendo» gritan los ánomimos londinenses para ayudar con vítores a los participantes.


Las asociaciónes o fundaciones que reciben ayuda o que patrocinan a los corredores se colocan a lo largo del recorrido para dar apoyo, como por ejemplo estos para el cáncer de pecho:

O esta chica para la fundación de investigación para cerebro y médula espinal:

Y es que aunque solo veas la superficie eres capaz de entender algunas de las historias más personales. Aquel que corre ante los gritos de su familia. Los abuelillos que asombran demostrando que son más fuertes que la mayoría de los jóvenes. Los que se rompen en la carrera y sigen corriendo mientras se les caen las lágrimas. Los que no pueden correr más y deciden terminarlo cojeando…


Y van cayendo los kilómetros y van aumentando los gritos y se ve el Big Ben y se sacan fuerzas de donde sea para llegar al final, al Buckinham Palace


Hay quien las saca desde el humor, regalando su presencia a los espectadores, ansiosos de encontrar a los sufridores disfrazados:



Al final gran parte de los más de 60.000 participantes van llegando y van recibiendo su respectiva medalla, sin mucha ceremonia, que son muchos. Unos aplausos una rampa, y la satisfacción personal y el orgullo de llevar la medalla hasta que se te pegue al cuerpo o se caiga.

Porque aunque lo has oido muchas veces la verdadera victoria del Maratón es terminarlo, asi que recuerda: «Sigue corriendo»