Toc, toc. Uno. Dos. Uno. Dos. Probando. Probando. Se me oye? Hola? Queda alguién ahí? Si queridos pipiolos veraniegos, mientras vosotros os dedicais a beber tinto de verano como si no hubiera un mañana, muchas cosas han pasado desde que entre en el vacio cósmico de una vida sin Internéeeeeee hasta ahora.

Resumiendo para los impacientes: estoy más o menos felizmente instaldo en mi miniestudio en Tokio, sigo sin nevera, pero tengo papel higiénico. Siempre hay prioridades. Las primeras garrapatas han florecido en mis suelos, tan bella ellas. Y más vienen en camino! No podría haber mejor inaguración. El cerdo ha hecho su aparición en mi vida nipona. Congratulémosnos.

Para los menos impacientes comencemos por un principio un poco más lejano. Buscar piso en Japón no es tarea fácil y son muchas las dificultades además de las propias de un idioma que te sume en el analfabetismo más absoluto, eres incapaz de leer, eres incapaz de escribir, eres incapaz de comunicarte y te pasas el día llevando los papeles que te inundan el correo a la oficina para ver si entre ellos hay algo que sea importante.

Las molestias como siempre se resumen en moneda de cambio. Entrar en un piso nuevo lleva asociado una prohibitiva cantidad de dinero. En primer lugar, no sólo hay que lidiar (los que puedan) con las webs en japonés o los agentes inmobiliarios (muchos de los cuales reticentes de alquilar sus pisos a no nipones) si no que además una vez encontrado el zulito de tus sueños hay que (saquen sus calculadores): «regalar» varios meses de alquiler al dueño del apartamento por permitirte usar su casa (key money o reikin) más otro mes o dos meses a la agencia para la agencia que ha tramitado el papeleo (chukai tesuryo). Además hay que añadir otro par de meses de depósito (shikikin) por si acaso decides destrozar el apartamento y por último un par de meses por adelantado. En total puedes estar pagando unos 8 meses por adelantado. Lo que puede fácilmente traducirse en términos de dinero en casi un millón de nuestras antiguas y risueñas pesetas (unos 6.000 euros) en tu primer mes. ¿Vértigo? Si, claro. Sobre todo porque el reikin y el chukai tesuryo no los vuelves a ver. ¿Algo más? Pues sí. Necesitas un guarantor que te haga de aval por si un mes no puedes pagar. ¿Quién puede hacer de guarantor? Sólo ciudadanos japoneses respetables o las propias empresas. Vamos, que aunque yo lleve aquí unos años, haya pagado religiosamente mis facturas y jamás haya causado problemas no podré avalaros muchachada. I am sorry gusanorri. De hecho ahora, hay empresas que a sabiendas del problema que esto supone para los extranjeros que se vienen a vivir aquí, se ofrecen a hacer de guarantor por una módica y nada desdeñable cantidad de dinero. ¿Y que te ofrecen las agencias inmobiliarias a cambios? Un piso sin amueblar. Y sin amueblar como su nombre indica quiere decir efectivamente, sin nada. Las cuatro paredes.

Que no cunca el pánico. Si quieres venir a vivir a Japón, hay más opciones. Hay unos pisos amueblados generalmente orientados a extranjeros, para cubrir esa demanda, que son más caros, pero no suelen necesitar aval y además suelen montar un contrato de mes a mes, de manera que puedes decidir de un mes a otro cuando mudarte. Son los monthly apartments.

Y cómo última opción (de las que yo conozco por ahora) hay una serie de hostales o albergues que pueden servirte para llegar e instalarte, compartiendo instalaciones y espacios comunes con más gente pero que no requieren de ninguna de las demás incomodidades anteriores.

En mi caso, mi presupuesto no cubría más que los más mínimos de los mínimos de los monthly apartments, así que al final tras muchas discusiones con la almohada recurrí a la primera opción. No necesito tener demasiados muebles para vivir y me podría apañar con una cama y una mesa y silla. Lógicamente dependía de la ayuda de mi empresa para que me ayudaran con la ingente inicial cantidad de dinero, pero rebuscando entre las webs orientadas a angloparlantes encontré unos apartamentos que no requerían key money y que la agencia sólo pedía un mes en cuestión de gastos de gestión.

Fuimos, vimos un par de apartamentos y tras la racha que llevabamos de desastrosos agujeros salimos convencidos, pero nada es tan fácil como parece. En ese momento empieza el papeleo entre empresas: la agencia y la mía, que les lleva como un par de días de para aquí, para allá, que si el casero llama a la empresa a saber a que nos dedicamos, que si la empresa tiene que presentar sus cuentas y balances… al final, cuando se convencen (por trigésima vez) que vamos a poder pagar la mensualidad y que no vamos a convertir el apartamento en un piso franco, acceden a presentar el primer borrador del contrato.

Se vuelve a discutir dicho borrador (afortunadamente entre ellos – yo me quedé al margen de esto) y cuando todo parece arreglado no te puedes mudar todavía. No. Aún falta el juyo-setsumei, una cita con un abogado de la agencia inmobiliaria donde te explican paso por paso todo lo que está incluido en el contrato. En mi caso no puedo tener mascotas ni piano en casa y además me aseguran que la construcción del edificio tiene menos de 8 años de antiguedad, además de estar situada sobre suelo firme y que resiste terremotos de escala 6. Un alivio.(Por cierto que ya he pasado uno). Mucho más tranquilo te quedas.

¿Ya? ¿Ya me puedo mudar? Casi, ahora hay que concertar las visitas con la gente de las compañías electrica, de agua y gas, para que estes presente cuando activen cada uno sus susodichos recursos energéticos. Y entonces y sólo entonces puedes tomar posesión de tus cuatro paredes.

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En mi caso, afortunado yo, la casa (muy nueva), disponía tal y como puede verse de lavadora (yuhu!) y de un par de armarios, así que algo menos para la lista de la compra. Tan deseoso como estaba de abandonar el hotel, no dude ni un sólo instante y me lanzé con todos mis trastos a pasar mi primera noche en ella. Tuve el tiempo justo para llegar y comprar un pequeño futoncete en el que depositar mis huesos.

Después de todo el culebrón, merecía la pena encontrarse al fin y auqnue fuera sin nada en lo que para bien o para mal, para mucho o para poco, habría de ser mi casa. 🙂

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