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Atravesando la inmensa puerta de Zhengyangmen se llega a Tiananmen Square (la Plaza de Puerta de la Paz Celestial – ole), la plaza pública más grande del mundo. Está exquisimante colocada con cada uno de sus puntos cardinales en un lado y es tan grande que cruzar sus 880 metros de largo (cerquita de un kilómetro) resulta agotador. 440.000 metros cuadrados (algo más de 53 campos de fútbol) donde han sucedido muchos de los episodios más importantes de historia de China desde que construyó en 1420. Por aquel entonces sólo tenía un cuarto de este tamaño (y aún así cabrían 10 Plazas Mayores de Madrid) y en ella acamparon las tropas inglesas y francesas cuando invadieron China en 1860. Fue aquí también donde se proclamó la República Popular China bajo el liderazgo de Mao Zedong, y también donde se sucedieron las protestas de 1989 muy críticas con la política del Partido Comunista que acabaron en la masacre de Tiananmen con entre 400 y 800 muertos en, la imagen de China completamente deteriorada internacional y una imagen icónica de un ciudadano anónimo parando a una columna de tanques.

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La plaza de Tiananmen sólo impresiona por ser inmensa. Porque no tiene nada más. Es una superficie lisa empedrada, que se agrandó para poder realizar actos políticos masivos y en cuyo centro se encuentra el mausoleo de Mao Zedong, partiéndolo por la mitad. Si tenéis un minutillo para mirar el siguiente video, os podréis hacer una idea (aunque sólo se verá la mitad superior). 🙂


Tiananmen Square – Beijin from Ignacio Izquierdo on Vimeo.

Por cierto, que la plaza aún siendo de acceso al público, sigue un riguroso control policial (rayos X incluidos) para pasar poder entrar.

En la Parte Norte, un enorme retrato de Mao mira a la plaza colgado de un enorme portón que dirige el camino hacia la ciudad prohibida. Es la Puerta de Tiananmen y es uno de los mejores lugares para poder hacerse una idea de las dimensiones de la Plaza.

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Una vez atravesada ya empiezas a vislumbrar la entrada a la Ciudad Prohibida y tu mente empieza a hacerse a la idea de que tiene que retroceder 600 años para imaginarsela en todo su esplendor. No hay palabras para describirla. Es simplemente descomunal: 90 palacios y jardines, 980 edificios, 8704 habitaciones… a lo largo de 720.000 metros cuadrados (casi el doble que la plaza de Tiananmen) para lo que se consideró el centro del mundo Chino durante cinco siglos y que albergó a 24 emperadores de las Dinastías Ming y Qing.

Te sientes minúsculo atravesando su Puerta del Meridiano y apareciendo en un gran patio atravesada de Este a Oeste por un río cruzado por cinco puentes. Dado que tanto los reflejos de la mañana como los de la tarde iluminan este río, se le conoce como el río dorado. Aunque a las horas que fui yo, ya hacía tiempo que se había olvidado el amanecer y aun quedaba un buen rato para el atardecer no estaban sus aguas bañadas en dorado, pero aún así no se puede negar que es formidable.

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Es el momento de cruzar el siguiente portón (Taihe Gate) y disfrutar de la que puede ser la vista más impresionante de toda la visita. El corazón de la Ciudad Prohibida, el Palacio de la Armonía Suprema, se eleva sobre una terrazas de marmol abarandilladas al final de un enorme patio.

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Esta ciudad fue el centro político de China hasta la abdicación en 1912 de Puyi, el último emperador, que había sido adorado por 500 millones de personas cuando contaba con… 6 años de Edad. Para los amantes del cine, está historia fue inmortalizada en la película «El último Emperador», la primera que consiguió permiso para rodar dentro de la Ciudad Prohibida (así que si queréis haceros una mejor idea del lugar, rebuscar entre vuestra filmoteca). 🙂

Tras el Palacio de la Armonía Suprema, se siguen suceciendo los palacios (el de la Armonía Intermedia, el de la Preservación de la Armonía, el de Pureza Celestial, el de la Unión) para acabar en unos espléndidos jardines imperiales.

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Mientras tanto la mayoría de los edificios laterales, que flanquean estos palacios a lo largo del recorrido, se usan ahora de salas de exhibición y museos muchos de ellos no incluidos en el precio de la entrada, y entre ellos (yo no ví ni por asomo todos… bueno, ni la mitad) destaca (o al menos eso dicen las guías y yo me fié) el Palacio de Exhibición de los Relojes. En la época en que se medía el tiempo con clepsidras (relojes de agua – filosofía de funcionamiento similar a los de arena), la llegada de los relojes mecanizados de Occidente causaba furor en la corte China. Son verdaderas obras de arte, muchos de ellos de relojeros ingleses. 🙂

The Clock Exhibition Hall 02

Os podéis imaginar que son horas y horas de historia las que inundan el lugar y aunque estuve unas cuantas horas allí, la verdad es que podría haber estado muchas más si mi cerebro no hubiera empezado a derretirse. El mismo efecto Louvre o efecto Roma («¿pero esto no se acaba nunca?»). Dejas de ver esculturas y empiezas a ver piedras. 😉 Salí agotado, pero fascinado y aún con la sufiente energía para subir al Jinshan Park y poder ver desde lo más alto posible como los edificios de la Ciudad Prohibida se perdían entre la lejana bruma.

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Más retratos de la historia aquí y algún mecanismo más con forma de reloj perfectamente engranado y engarzado aquí.