�Me tocó un premio para ir a Vancouver. Aguanté cinco días semana. Hacía tanto frío que no podía ni respirar. Notaba como la sangre se me congelaba por las venas� nos aseguraba entre trago de cerveza y trago de cerveza, cortesía nuestra.
Nos podíamos imaginar la comparación: de la vida en la calle, calor constante, gente por todas partes bromeando en los colmados con la bachatta a todo volumen, el ron y la cerveza y la vida social de Samaná al clima más aséptico de una ciudad helada, en pleno Canadá, donde más allá de medio día no había quien estuviera en la calle, la gente refugiada en locales evitando las gélidas calles. Definitivamente, no todo el mundo vale para todos los climas y nuestro anfitrión reconvertido a invitado había comprobado que fuera del clima caribeño no era para él.
Y es que Samaná respiraba pura vida por todas partes. Esta pequeña península al norte de la República Dominicana, fue todo un descubrimiento, que demostraba (como ya suponíamos) que había vida, playas fantásticas y otros encantos turísticos más allá de Punta Cana en esta isla. Así que si, estaba de vuelta en esta preciosa isla, de cuya gente había vuelto enamorado la primera vez. Seguían siendo igual de encantadores, igual de amables, transmitiendo la misma felicidad que recordaba.
A nadie podía engañar, se veía y olía a la legua que no era de allí, pero eso no era impedimento para cruzar palabras con quien quiera que se cruzara por la calle. Sonrisas robadas, junto con miradas pícaras que te invitaban a sentarte con ellos, a acompañarles en una partida de dominó, jugar con la cámara, reírte en el proceso de hacer una foto y que acaben bailando para ti, volver a sentir vergüenza de no saber mover las caderas como ellos saben, y acabar entendiendo que si son bien pocas las cosas que necesitan, no hay rival en su corazón para el cariño con que cuidan sus motos.
Matices que añaden más color al que ya tiene el país de por sí, lleno de regalos de la Naturaleza. Por ahí está la cristalina Playa Rincón, una de las más bonitas del mundo. No conozco tantas como para poder asegurarlo, pero si que era preciosa. Y además, sin nada construido a su alrededor salvo un pequeño restaurante.
Atardeceres y amaneceres entre palmeras, con el cielo como una enorme paleta de colores: morados, azules, dorados, naranjas, ocres… de esos que te hacen dudar de su veracidad, fotos de postales entre las Terrenas y el Portillo.
Centenares de islas, solo accesibles por barcos y por aves, decenas de especies que se mueven con soltura entre ellas, muchas endémicas, en un escenario digno del mismo Jack Sparrow (afirmación esta, además, verídica) o de Supervivientes. Manglares, rocas y cuevas, murciélagos, pelícanos, cormoranes… Las asombrosas formaciones de los Haitises.
Paseos a caballo hacia cascadas del interior, tirolinas que cosen las montañas, cocos fresquitos junto al mar, pica pollo en la Fé, brugal con cola para combatir esos 25 grados constantes con algo de humedad y un sol de justicia que puede devorarte en minutos sin la capa del protector solar.
Mezcla de naturaleza y de gentes, pues esta zona estaba deshabitada cuando Colón llegó allí por primera vez en enero de 1493 y no comenzó a poblarse hasta doscientos años después con emigrantes de las Islas Canarias, franceses cuando Napoléon fue su dueño, para luego añadir a la fusión esclavos afroamericanos liberados. Hijos de todos.
Y mientras me acuerdo de esos días de sol y alguna que otra tormentaza tropical, de las arenas blancas, de lo salvaje de la naturaleza, del caos motorizado de Samaná, de los vehículos cargados de todo y de cualquier cosa, de las sillas de plástico fuera de las casas con el bajar de las temperaturas por la tarde, al incesante y martilleante ruido de la música a todo volumen… me alegro de haber podido volver a República Dominicana. Espero que no sea la última vez.
Del Minubetrip que hicimos Ainara, Miguel, Victor y yo por Samaná para conocer los Hoteles Bahía Principe y lo que la zona tenía que ofrecer.
Más info: Luxury Bahía Príncipe Cayo Levantado | Grand Bahía Príncipe Cayacoa | Grand Bahía Príncipe El Portillo | Toda la galería de fotos
Y no os perdais el video que grabamos para la ocasión. 🙂
Un viaje a República Dominicana y los hoteles Bahía Príncipe from minube on Vimeo.
Solo con recordar el viaje vuelvo a sentir la felicidad que nos trasmitían, empezando desde la mañana temprano. Será difícil encontrar un país donde me hagan reir tanto como allí 🙂
Un placer haber compartido este viaje con vosotros. ¡Inolvidable!
¡Un beso Ignacio!
Gracias Ainara por expresarte así de mi pasi.
¡Muy buenas! Esos paisajes increíbles captados de forma inmejorable.
Saludos
Geniales fotos Ignacio!
Caribe style, no me importaría pasar una temporadita viendo la vida pasar.
La fuerza y autenticidad que tiene este país, y en especial la región de Samaná, se percibe en todas y cada una de esas pedazo de sonrisas de su gente, ¡increíble!
Al principio, las fotos me confundieron… se parecen tanto a las que yo saqué en Cuba!! Pero había algo que se notaba diferente.. me encantó la frescura y autenticidad de esas sonrisas!!
Recién encuentro tu blog, me gusta mucho! Besos!
Genial el post! No conocía el lugar y…Dios qué playas! Y qué fotazas de gente. Me encantan esos retratos 🙂
Un placer haber compartido el viaje con vosotros por este maravilloso lugar que es sin duda uno de mis favoritos.
Pedazo de fotos! captaste estupéndamente lo que transmite la gente con su alegre forma de vivir.
Apetece un ronsito?