Un poco más del mar de luces, aunque quizás sería más sensato precisarlo como océano. A trescientos metros sobre Santiago de Chile, el Sky Costanera, el mirador más alto de Sudamérica, regalaba unas vistas de 360 grados sobre la ciudad. Un viaje de apenas un minuto en ascensor para llevarte a la cima artificial de Santiago.

Los Andes, tímidos apenas asomaban entre las nubes, lo cual es una pena, porque debía haber sido impresionante ver los cinco miles de la cordillera montañosa más larga del mundo, pero aún así, las vistas eran impresionantes. Dos plantas, una de ellas rezando un engañoso al aire libre, que si bien no mentía, lo cierto es que el mismo solo quedaba por encima de tus cabezas. Amigos fotógrafos, no se hagan ilusiones, habrá que luchar si o si, contra los molestos reflejos de los cristales.

A pesar de todo, las vistas, el atardecer y tener Santiago de Chile definitivamente a tus pies, merecen tanto la pena que a los brillos, por muchos que se cuelen, se les acaba cogiendo hasta cariño. Miento, obviamente, pero realmente estás tan abrumado por las vistas que te acaba dando igual. 🙂

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