Si nos remontamos dos años ha cuando era habitante alemán y viviendo entre otros con un notable riojano, desarrollamos la receta de supervivencia básica: La Pennypfanne.

Penny o PennyMordor era el supermercado (de dudosa calidad) que teníamos al lado de casa al que eramos asiduos básicamente por hacer gala de nuestra vaguería y ser el supermercado que más cerca teníamos.

Pfanne significa sartén en Alemán, asi que os podreis imaginar que la Pennypfanne era esa sartén en la que vacíabamos la nevera independientemente de lo que hubiera en ella: Que quedaba un poco de mortadela, pimiento, maiz, algo de carne y… (bueno os podeis imaginar) pues todo pa la buchaca. Recetón sin igual.

Poco a poco, la Pennypfanne ha perdido para mi ese espíritu transgresor de la original, y aunque ahora mantiene una coherencia ha seguido evolucionando a lo largo del tiempo. Ahora ya, como un chef profesional, le añado la salsa (del Maestro Ponce) y en un alarde digno de la más alta cocina, hasta lo gratino.

Y las últimas que pudieron disfrutar de semejante manjar (y no se quejaron) son mis nuevas vecinas (Asun y Violeta), que a punto estuvieron de ser mis compañeras de piso y que habiendome ayudado a establecerme en esta nuestra ciudad amiga de Londres fueron recompensadas con un cenorrio a mi costa. No se quejaron mucho, asi que supongo que hasta les pareció aceptable.


Lo cual me lleva a desempolvar mi regalo de despedida y ahora que soy un ser medianamente centrado empezaré a gozar con las recetas que muchos de vosotros me escribisteis. Los que no os informo que quedan paginas en blanco esperando vuestras delicatessen… eso sí, el libro de recetas está aqui. No digo más.

Se os espera por aqui para daros entre otras al deguste y deglute de los manjares de mi alta cocina. Arguiñano ha hablado.