Por si quedaba alguna duda se confirmó sin remedio. No tengo paciencia. Sigo teniendo una capacidad nula de concentración y alta capacidad de distracción. Y ha sido el Shuji (o Shodo), el «camino de la escritura», el que me lo ha vuelto a recordar.

El Shuji es un arte y una disciplina que trabaja la caligrafía japonesa. Proveniente de la cultura China, es una practica milenaria que los niños aprenden durante años en la escuela. Un pincel, un tintero con tinta china, un pisapapeles y una pliego de papel de arroz conforman el equipo necesario para practicarlo.

Seguramente, hayáis visto en multitud de ocasiones como los chinos y japoneses deslizan con enorme gracia el pincel elegantemente por el pliego de papel, creando unos preciosos kanjis cuyo trazo se agranda, se encoje, se retuerce (La película Hero, por ejemplo, tiene una buena muestra de ello).

Este era nuestro objetivo. Trabajo ahora mismo para una empresa con un amplio porcentaje japonés y algunos de los trabajadores nipones se cargan de buena fé y nos imparten clases para aprender su lengua y algo de cultura. Ni que decir tiene que siempre que puedo participo en estas clases. Mi nivel de japonés hasta la fecha no ha llegado a un mínimo básico aceptable (ni por asomo), pero me parece tan divertido que lo de menos es la velocidad de aprendizaje. Me quedo prendado por esos dibujos con los que escriben.

Así, Motoko-San, nuestra profesora decidió que debíamos aprender Shuji y nos trajó todo el material. Vuelta a clase de Plástica. Empapelemos las mesas.

La primera impresión es que no puede ser tan díficil, copiar lineas, aunque no sepas lo que significan no debe tener mucho misterio. EEEECK! Error!!! Por algo los pequeños japoneses se pasan años aprendiendo. El trazo además de la soltura que se transmite al papel, se ensancha apretando, se estrecha levantando. Se aprieta, se arrastra, se levanta, se apoya, de deja apoyado, se levanta, se gira, se va apretando, se va aflojando. Bien pronto caí en el error de mi optimismo.

Es cuestión de paciencia, de pensar cada línea, de no tener prisa por acabar, cosa que yo, que apenas termino una palabra cuando escribo a mano, me sobrepasaba. Inspirar. Espirar. Intentemoslo de nuevo. Cojo, muevo, levanto, apoyo, mierda, apoye demasiado. Me ha quedado una morcilla en lugar de una linea. Intentémoslo de nuevo. Apoyo, línea recta (más o menos), gurruñito. Apoyo, desplazo, el pincel recto, arrastro, giro. Argh! Me quedé corto. Si lo remarco se nota. Volvamos a empezar.

Al final, pues un churro, pero una sensación de abstracción tal que durante la hora de la sesión sólo estabamos cada uno con el papel, enfrentados, luchando, un toma y daca, te dominaré… y el resto del mundo, los problemas de entregas, el mail bomba que te ha llegado horas antes… desaparece.

Y sólo por eso merece la pena. Estoy deseando volver a ponerme con ello.