Bajé del shinkansen en Kioto con los últimos rayos del sol. Cómo todo el viaje por la isla, sin rumbo y sin organización ninguna, empecé a buscar sitio para dormir. Suele resultar beneficioso para evitarse sustos el tener un planning hecho, pero eso generalmente obliga a cumplir unos horarios y mi planning se modificó tantas veces que cuadrar alojamiento reservado con la situación de mi persona física hubiera sido imposible a no ser que se diera una casualidad del azar.

Lo que si hubiera estado bien, sería haber averiguado que ese viernes cuando llegué, comenzaba un puente festivo en Japón y por lo tanto era la fecha propicia para que todos los japoneses se intercambien de ciudades, ocupando todos los alojamientos de las zonas. Kioto además, siendo un destino turístico importante, estaba saturado. Nota mental: Si tienes una semana para viajar para Japón, no dejes Kioto para el fin de semana. Así que cargado con mis bártulos, empecé a recorrer hostales de aquí para allá, ante la negativa de los dueños. Rapidamente agoté las posiblidades baratas de la Lonely Planet y pasá a las intermedias, con idéntica suerte. Me veía arañando mis ahorros para dormir en los de gama alta (amén de que uno no tiene el cuerpo acostumbrado al lujo y lo mismo se me irritaba la piel) mientras blasfemaba sobre mi persona, cuando una de las responsables de un Ryokan apiadándose de mi triste figura, hizó unas cuantas llamadas y más o menos me explicó que en otro sitio, tenían hueco para mí. Llegué y allí una amable pero seca anciana japonesa, me acompañó a mis aposentos. Empezamos a subir las plantas, primer piso, segundo piso (esto tiene buena pinta, que sitio más chulo, y que buen precio me han hecho, pensaba yo), tercer piso, piso de lavadoras (uy, uy), azotea (ayayayayay) y allí en un pequeños cuarto donde guardaban y almacenaban las colchas y edredones del resto del hotel, la amable pero seca anciana japonesa, me había habilitado una cama y como obsequio me regaló un plátano.

Kyoto 01.jpg

La simbología nunca la acabé de ver clara, pero me comí la banana con regocijo y me acomodé como buenamente pude para, aunque fuera sin sol, emepezar a disfrutar de la ciudad. (por cierto, espero que os hayáis fijado en el cordoncito que desciende del techo. Interruptor de la luz con tres posiciones. Ahí es nada. Y tele japonesa en blanco y negro).

Si Tokio era el futuro, Kioto sin duda era el pasado. Aunque al día siguiente con las luces del día descubrí que ambas tenían en común el caos, lo cierto es que durante la noche, Kioto, rebosaba tranquilidad entre calles empedradas y casita de madera del barrio de Gion.

Kyoto 02.jpg

Kyoto 03.jpg

Kyoto 10.jpg

Kioto fue capital del imperio del Sol Naciente desde 794 hasta 1868, momento en que se trasladó a la Tokio. Etimológicamente podría parecer que existe una relación entre To-kio y Kio-to, pero es una mera coincidencia fonética, pues mientras Kioto significa ciudad principal (o capital) Tokio significa capital del Este, remontándonos logicamente a cuando Kioto era la capital de Japón y Tokio la segunda ciudad más importante, situada al Este de la isla.

Fue la importancia histórica de Kioto la que la salvó de los bombardeos durante la segunda guerra mundial, siendo una de las ciudades que más edificios anteriores a la guerra conserva, y eso se disfruta. Gion, uno de los barrios de está ciudad, quizás sea uno de los mejores representantes del japón tradicional. De hecho sigue siendo hoy en día un barrio de Geishas y aunque es tremendamente dificil ver a una (pues apenas se dejan ver) en cambio si es fácil cruzarse con alguna Maiko (las aprendices de Geisha), lo que todavía incrementa aún más el sentimiento de haber viajado atrás en el tiempo. Sin embargo, no vería ni unas ni otras esa noche, pero me deleité con las casas de madera a la orilla del río, con las linternas de papel iluminando las entradas, con la gente comiendo arrodillada…

Kyoto 11.jpg

Kyoto 08.jpg

Kyoto 09.jpg

Destaca además Pontocho, otro pequeño barrio colindante, de calles estrechas y lleno de restaurantes, mezcla de olores y colores de sus luces.

Kyoto 13.jpg

Kyoto 14.jpg

Y esto era sólo el principio, porque Kioto sería como tenía que ser, un lugar fascinante.

Kyoto 15.jpg

Kyoto 12.jpg