(La culpa de todo, la tuvo la luz del sol, brillando como no lo recordaba sobre un cielo azul, sin nubes, un tal 11 de Abril de 2010. Además fue domingo)

Dunedin 06

«No echo de menos los fuegos artificiales de Gandalf, pero si sus espesas cejas, su cólera, su voz.»

La verdad sea dicha, no vine a Nueva Zelanda por las ciudades, que apenas han resultado paradas de algún que otro día salteado sin demasiado interés más que hacer acopio de víveres y conectarme un poco con el mundo, pero la pequeña Dunedin fue una grata sorpresa.

Dunedin 08

Y no es que fuera por nada en especial, es una ciudad del mismo corte que el resto, pequeñas casas coloniales, sacadas de finales del siglo XVIII, cargadas con estatuas, iglesias y muchos árboles decorando las pocas avenidas.

Dunedin 03

Pero entre tantos días sombreados por las nubes se agradecía la pura luz del invierno. La luz me llevó en un instante a esos días fríos en los que apetece salir a pasear, bien abrigadito, bufanda y guantes, para dejar que el sol te caliente. Esos días fríos que saben a Torrejón, a la petanca en el Parque de los Patos, a la Plaza Mayor, al vaho de los viandantes por la Gran vía, a desayunos en la Latina, que saben a paseos de mañana de domingo en busca de un café con porras calentito.

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Que invitan a recorrer las orillas del Tamésis, a pisar las hojas marchitas en lso suelos de Yoyogi, vagando sin rumbo, dejándose llevar. Esos días que en los que pararse dos segundos más de los habitual en cada escaparate, sentarse con los ojos cerrados en un banco durante unos segundos (¿o tal vez minutos?) bajo el sol, a ver la gente pasar, a detenerte a escuchar a esa guitarra por la calle y ese músico que no acaba de afinar, a perderse entre los pasillos de las tiendas de libros, rebuscar por enésima vez ese comic que te falta sabiendo que no vas a tener suerte, a tener un día que gastar sin deberle nada a cambio.

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Un día de esos que no recordarás pero que te hacen volver a casa con una sonrisa a sabiendas de que de nuevo no aprovechaste para tachar unas cuantas lineas de la lista de tareas pendientes, y de nuevo, al diablo con ellas, seguro que pueden esperar una semana más.

Dunedin 04

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Y a veces, sólo a veces, puedes añadir un ¿a qué no sabes que me ha pasado hoy? No te lo vas a creer, pero he estado en la calle más empinada del mundo. Venga ya. ¿Eso no estará en San Francisco? Que no, que no, que está aquí al ladito. En las afueras de Dunedin. Ese pedacito de información esencial, tan vital, que sabes que en la ocasión menos pintada te hará ganar un quesito de trivial pursuit. Otra de bravas, jefe. Y esas aceitunas, ¡que no se diga!

Dunedin - The World Steepest Street 01

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Que si. En serio. Y la gente se atreve a subirla corriendo, o a intentarlo en bicicleta, las ruedas de los coches derrapan en el repecho final y la calle se convierte en un espectáculo improvisado, de los que lo suben, lo bajan y los que se quedan sin aliento en medio. Jaja. Bah. Eso no es nada. ¿Eso no salió en la tele? Esto de los records nunca me los creo. ¿Echamos un futbolin? Deja deja, que siempre acabo perdiendo. ¿Otra cañita?

Dunedin - The World Steepest Street 05

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¡Ring! ¡Ring! ¿Qué estás haciendo? ¿Tienes tiempo? un abrazo y atenazas con las manos el calor de una taza de café mientras te arropa un sofá y un tengo tanto que contarte, hace tanto que no nos vemos.

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