Etapa 1: Jiri (1995 m.) – Shibalaya (1790 m.)

Distancia: 8,4 km.
Tiempo estimado: 4 horas
Desnivel positivo: 567 m.
Desnivel negativo: 693 m.

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(Perfil de la Etapa)

5 y 6 de Octubre de 2018

El primer paso siempre tiene algo de especial. Ese primer caminar justo tras cargarte la mochila a la espalda ante un camino ignoto por delante. Ahora sí. Se acabó la espera, se acabaron los planes, se acabaron los huecos que llenaba la imaginación. Ahora sí. Ahora, tras este primer paso quedaban por delante más de veinte días en los que dependería únicamente de mis pies. Ese primer paso es irrisorio, es inofensivo pero te llena de emoción el corazón.

(Mattia, Javi, Jose y servidor. Primer paso)

Llegar al punto de salida no había sido tan cómodo como se pudiera imaginar. Llegar a Jiri, a tan solo 190 kilómetros de Katmandú, le había costado al autobús más de 11 horas de carreteras insufribles. No era, a pesar de todo, mala media pues no habíamos alcanzado las doce estimadas. A cambio el autobús nos había torturado con un traqueteo a prueba de vértebras y una televisión a un volumen que ya quisieran para sí los grupos de metal. Incapaz de refugiarme de su bombardeo en el bunker de mis propios auriculares, incapaz de identificar en mis libros palabras que los continuos movimientos bruscos mezclaban, solo me quedó el abandono a la tragedia de los videos musicales nepalies, cargados de imágenes que confesaban su robo de bancos de imágenes con marcas de agua incriminatorias.

(Once horitas así. Gloria bendita)

Habíamos salido de nuestro hostal sobre las 5.15 de la mañana. Mattia, Javi, Jose y yo caminábamos hacia la estación de Ratna Park por las calles angostas de Thamel, sorprendentemente silenciosas a esas horas de última oscuridad. El bullicio comenzaba según nos aproximábamos a la estación que ya con la primera claridad era un hormigueo de vida. El sistema de información consistía en gente gritando entre decenas de autobuses con el motor en marcha sobre un suelo embarrado. Por allí se mezclaban pasajeros, motos y puestos de comida móviles que servían para aprovisionar a los viajeros para la incertidumbre de su travesía. En Nepal se sabe cuando sale pero es más difícil estimar cuando se llega y no son en pocas ocasiones en que le trayecto se malogra, las carreteras se sepultan bajo deslizamientos de tierras, los motores suenan a estertores y las incidencias se suceden. Envolvimos las mochilas en bolsas de plástico duras, las más gordas que encontramos. Era la única manera de protegerlas de la nube de polvo y arena constante que habría de acompañarnos por las carreteras en ese traqueteo constante en el que solo la piedad del conductor daba pie a alguna parada para todo tipos de alivios y algo de comida.

(Ranta Park, la estación de autobuses en Katmandú)

(El sistema de autobuses en Nepal – y en muchos otros sitios de Asia – consta de dos personas. El conductor y otro al que denominamos cariñosamente «el secretario», que se pasa el trayecto de pie junto a la puerta, gritando el destino a quien le pueda interesar. Se encarga de colocar el equipaje donde encuentra hueco, cobrar y gestionar a los pasajeros. Aquí estaba a la caza de clientes pero me acabó cazando a mí).


(Nepal de camino a Jiri)

(Parada y hora de comer, que nunca se sabe cuando será la próxima ocasión)

(El autobús convirtiéndose en camarote de los Hermanos Marx) 

(Jose, nuestro pequeño Miguel de la Cuadra Salcedo)

Para cuando llegamos a Jiri ya eran las últimas horas de la tarde. Jiri lo formaban un par de calles cosidas por cables, edificios pequeños y chabolas de madera, piedra y contrachapado, algún restaurante y algunas tiendas. Era el fin de la civilización, al menos a la que llegar por carretera y representaba bastante bien su papel. Al fondo, decoraban la estampa algunas montañas encuadradas entre colinas verdes y arrozales. No dió tiempo a más salvo aprovechar para un último té antes de cenar y arrastrar los huesos, maltrechos del traqueteo, al saco a dormir. Al día siguiente tocaba levantarse, desayunar, ponerse la mochila y dar ese ansiado primer paso.

(Jiri)

A las siete y media de la mañana salíamos de Jiri, por un camino que ascendía entre bosques. El día había despertado algo más de una hora antes, pero aún se desperezaba entre las sábanas de las nieblas matinales que abrigaban el fondo de los valles. Los altos picos nevados estaban muy lejos todavía, a una semana de distancia, pero eso no podía ni debía restarle disfrute a estas etapas del trekking que habrían de trascurrir atravesando valles y laderas talladas en arrozales escalonados.

(Sorprendentemente conseguimos una habitación para los 4. Sería la última vez, después siempre fueron dobles) 

(Buenos días, Jiri)

Es cierto que con alrededor de 4 horas de ruta, no era una etapa demasiado larga y que se podría haber forzado más y hay incluso quienes continúan pasado Shivalaya o hacen dos etapas en un solo día pero a nosotros no nos parecía mal plan. Empezar a andar y más cuando lo vas a hacer durante muchos días requiere que el cuerpo y las piernas se vayan acostumbrando, asi que no es ninguna tontería ni cuestión de vaguería el darle margen para ello. Por otro lado, tener etapas cortas permite disfrutarlas con toda la calma del mundo, pararte cuanto lo necesitas o simplemente sentarte en la sombra para deleitarte con las vistas.

Y digo sentarme a la sombra, porque a diferencia de lo que cabía esperarse en un trek que asciende por los Himalayas esas primeras etapas fueron tremendamente calurosas. Caminabamos pasando poblaciones que apenas sumaban un puñado de casas, allí donde solo se puede llegar a pie y donde sus habitantes viven en la vertical de sus colinas. Allí el transporte se hacía por fuerza bruta y fue el primer contacto que tuvimos con porteadores que ajenos al turismo llevaban productos de una lugar a otro o abastecían a estas pequeñas poblaciones desde Jiri. Cargaban hasta dos tercios de su peso tirando de cuellos recios y fuertes que el tiempo desgastará con premura.

(Milk Tea, nuestra adicción)

Atravesamos Chitre, ascendimos hasta un paso para cambiar de valle y descendimos por Mali junto a un río. Comenzamos el ritual con los milk tea que nos habría de acompañar toda la ruta. El milk tea (leche con té) tiene varias maneras de elaboración, podríamos pensar que es tan simple como añadir leche a un té, o una bolsa de té a leche caliente, pero eso no está ni por asomo tan rico como el que preparan allí, en el que se hierve la leche con el té directamente y luego se filtra antes de servirlo. Es una constante de la zona, los fogones de leña, siempre tienen una cazuela caliente lista para quién pase por allí y con un precio medio de 60-70 Rs, se volvieron una adicción irresistible en nuestras paradas.

(Esto es el alojamiento clásico a lo largo de la ruta. La habitación doble del Lodge, ya en Shivalaya) 

Al fondo del valle asomaban las casitas multicolores de Shivalaya, donde sí llegaban algunos jeeps por otras rutas. Acabamos la etapa como estaba previsto a mediodía, momento de acercarnos a la caseta de control para gestionar el permiso de trekking desde Jiri hasta Lukla y tener la tarde libre para dar una vuelta por un pueblo que se mostraba tremendamente entrañable con los visitantes. Una cosa que me maravilla en mis viajes por Asia en los últimos años es como la escolarización ha hecho que los niños sepan chapurrear inglés. Son ellos quienes se acercan, te preguntan tu nombre, tu edad, de donde eres y ejercen de traductores ante sus mayores fascinados con los hechizos de la lengua.

(La cocina de nuestro Lodge a pleno rendimiento) 

Paseé por Shivalaya hasta que el día dijo basta, me senté con familias que tenían más curiosidad por mí que yo por ellos, los niños me convencieron de comprarles globos, me dieron consejos para la montaña. No os lo imaginéis como un lugar al que nunca llega nadie, para nada, pero el poco volumen mantiene la hospitalidad y la curiosidad intacta. Agradecí haber empezado a caminar allí, donde pude conocerles mejor. Hora de dormir.

Mañana tocaba seguir atravesando valles, acumulando kilómetros. Me moría de ganas de seguir.

Más info: Como organizar el trek al Campamento Base del Everest

 

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