Hay algo especial en el caminar por los talleres de la Real Fábrica de Tapices porque es, de alguna manera, un viaje en el tiempo hasta una realidad del siglo XVIII que se mantiene a día de hoy. Porque en esos pasillos históricos que habitan el centro de Madrid los maestros artesanos mueven las manos con enorme destreza por el urdimbre, creando y reparando tapices, alfombras y bordados de igual de manera totalmente tradicional tal y como se lleva haciendo durante 300 años.
Todo comenzó en 1713, cuando España perdió sus territorios en Flandes y con él el acceso a los telares y maestros artesanos que lo dominaban. Ante esta necesidad en 1721 Felipe V fundaba la Real Fábrica de Tapices consiguiendo traerse al maestro flamenco Jakob Vandergoten y a su familia, conocedores del oficio para hacerse cargo de la dirección.
Su lugar original no está donde se puede encontrar hoy, en el barrio de Pacífico junto a Atocha en un precioso edificio neomudejar de 1889 rodeado de árboles, sino en la extinta puerta de Santa Bárbara que tuvo que ser demolida en pos de unas obras de ensanche de las calles de Madrid, cuyo hueco acabaría dando forma a la plaza de Alonso Martinez.
Cambió la localización pero no el arte. Teniendo a artistas como Goya encargados de hacer los cartones con los diseños para su posterior conversión en tapices, la Real Fábrica alcanzó un grado de excelencia y brillantez. Obras que acabaron decorando el Palacio de El Pardo, San Lorenzo de El Escorial, Aranjuez o el Palacio Real de Madrid. Escenas cotidianas, costumbristas, llenas de color.
¿Y a día de hoy? ¿Que lugar ocupa? Después de años y décadas de vaivenes la Real Fábrica de Tapices está hoy declarada como Bien de Interés Cultural y Patrimonio Histórico esta constituida como una fundación pero se mantiene con vida y sus órganos son casi los mismos. Sorprenden los enormes telares de madera que han visto pasar generaciones de artesanos y que siguen sujetando hilos, lanas y sedas bajo el manejo suave y paciente de los tapiceros.
Pero bajo ese manto histórico también hay una pátina de modernidad que sorprende al visitante. Basta con ver el nuevo taller aledaño (dentro del mismo complejo) para poder ver la enorme estructura de 11×6 metros atravesada por un puente hidraúlico motorizado que sirve de plataforma de trabajo. que permite hacer un lavado por inmersión controlada en soluciones de agua desmineralizada y desionizada de las piezas de mayor tamaño, con estudios y monitorización en tiempo real de ph, temperatura y turbidez.
Podría pensarse que la Real Fábrica ha quedado relegada a tareas de restauración y mantenimiento pero lo cierto es que a esas labores siguen produciendo tapices y alfombras, todas echas de manera tradicional, anudando y anudando, con exquisita paciencia (un artesano tarda alrededor de una semana en hacer un metro cuadrado de alfombra). Se sigue utilizando el dibujo tradicional para los diseños pero también nuevas tecnologías para diseños más modernos y para añadir variedad en las propuestas.
A pesar de ser una fábrica si que disponen de una bonita y selecta colección de tapices que adornan pasillos y la espectacular sala Teniers, pero obviamente el valor más importante está en los talleres y en admirar el cuidado trabajo de los maestros artesanos. Sin lugar a dudas una visita tremendamente interesante que te hará descubrir el enorme trabajo que hay detrás de estas obras de arte y verlas con otros ojos. Recordad, si quereis pasar a visitarla que deberíais hacerlo con cita previa.
Solo puedo agradecer al personal de la Real Fábrica de Tapices que me permitieran el acceso y poder estar haciendo fotos de todo este proceso, asi que espero que os haya resultado interesante. Pero como bonus os dejo unas fotos de una de las sesiones más locas que he podido hacer de fotos, donde acabé haciendo fotos a Chenoa y a Jesulín de Ubrique actuando como si fueran parte del cuadro de La vendimia de Goya en tan maravilloso escenario. Sorpresas que te da la vida.
Más información: Real Fábrica de Tapices