En 2020 no hubo Otoño.
Miento.
El Otoño existió pero yo apenas lo viví.
En 2020 no tuve Otoño.
Mejor.

El 2020 había llegado y de su mano una pandemia que nos dejó a todos encerrados, viendo los días y las estaciones pasar por delante de nuestras ventanas. El año que vivimos en una pausa. 2021 nos ha enseñado a, de alguna manera, aprender a vivir con un virus que llegó para quedarse y hemos ido adaptándo nuestra vida a su alrededor hasta el punto de asumirlo y en ocasiones casi olvidarlo. Volver a salir con la cámara a fotografiar el cambio de estación no era solo una justificación para hacer fotos sino también la excusa para volver a maravillarme con los colores y sentirme vivo, feliz. Hay pocas cosas que me animen más que hacer fotos aunque muchas veces, muchas acaben condenadas sin juicio previo a permanecer en el fondo de un oscuro y gélido disco duro. Pero necesitaba esa diversión única de buscar la luz, atravesar bosques entre ocres, naranjas y caminar con los pies enterrados en hojas.

No lo había planeado con demasiado cuidado. Siento un especial placer en la improvisación. En poder reajustar cada día a lo que me apetece y a las variables del tiempo, del clima y la distancia pero en esta ocasión lo llevé al extremo y a sus últimas consecuencias porque decidí con tan solo unas horas que me iba a buscar rastros y restos del Otoño allá donde estuvieran. Hubiera estado mejor haberlo pensado con un poco más de cabeza, lo justo para poder aderezarlo luego ligeramente con esa especia de la improvisación, pero la vida es lo que sucede mientras otros planes y el Otoño llega cuando lo estima conveniente, sin hacer caso de previos ni históricos. En resumen: El cambio se había adelantado casi un mes y para cuando quise darme cuenta se había convertido en una carrera contrarreloj por buscar y descubrir nuevos rincones donde las hojas moribundas aún aguantaran en las ramas.

Quizás por eso, visto ahora con perspectiva, la ruta que hice no tenga ninguna lógica. No se la busquen. Tampoco la tuvo en su momento, en esa huida hacia adelante que supusieron esos días esquivando lluvias y buscando hayedos y buen tiempo. Fue, debo confesar, tremendamente divertido y a pesar de todo creo que fui capaz de traerme algunos momentos maravillosos. El Otoño de 2021, aunque caótico, no se me escapó.

La ruta comenzó en la provincia de León, recorriendo algunos puntos alrededor del Valle de Valdeteja y visitando hayedos como el de Canseco o el de Ciñera. Pasé después unos días en compañía de mi amigo David de la Iglesia por el País Vasco y me descubrió algunos de sus rincones infinitos como Belaustegui, Otzarreta ouOpakua. Desde hace años siempre he querido ver en condiciones el cambio de hoja en los viñedos por lo que acercarse a la Rioja y la Rioja Alavesa, en los alrededores de la Guardia aprovechando una ventanita de buen tiempo se convirtió en un plan perfecto y concluí el recorrido de la misma manera, admirando el cambio de hoja de las vides, solo que está vez visitando los viñedos de la Ribeira Sacra de la mano del bueno de Alberto Ribas, una deuda que tenía por saldar desde que hace años visitase sus gargantas del Miño y del Sil y me quedase absolutamente enamorado de sus paisajes.

Como ven León, País Vasco, Rioja, Galicia. Basta abrir un mapa de España para escandalizar a todo aquel que busque optimizar rutas. Dejarse llevar también tiene sus ingredientes de magia. Sirva este post como aperitivo de esos días caóticos, donde iré desgranando los sitios, porque hay fotos que no merecen quedarse en el disco duro y porque aunque no recomendaría la ruta a nadie tal y como se fue concibiendo, si estoy seguro que habrá un montón de sitios e ideas que si no conocíais os acabarán encantando. Pero sobre todo que sirva como aviso no solo para el Otoño de 2022, sino para este nuevo año en si. Voy a por ti. Nunca más dejarlo escapar.

Feliz 2022 a todos.