(Escuchen con atención lo que las leyendas populares contaron un 26 de Abril de 2010)

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«Aquí morarás, sumida en tu pesar, bajo los mortecinos árboles, hasta que el mundo cambie y saldes la cuenta de tus largos años de vida. Arwen, nada queda aquí para ti. Sólo muerte.»

La historia de Taranaki es la historia de un perdedor. Una historia de celos y desamores, de corazones de piedra rotos en mil pedazos y de lágrimas que crearon ríos. De los males del amor nadie está a salvo. Ni la más imponente de los volcanes.

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Taranaki no estuvo siempre en el lugar que hoy ocupa en el Oeste, con la mirada perdida entre las olas del Mar de Tasmania. Hace mucho, mucho tiempo, Taranaki habitaba, junto con el resto de los volcanes en el centro de la Isla Norte.

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No fue si no con la llegada de la bella Pihanga, la única volcán, que los problemas comenzaron. No solo atrajo las miradas de Taranaki sino también del fornido Tongariro. Ambos habrían de luchar por conquistarla. Y en la más oscura de las noches llegó la más cruenta de las Guerras. Cuando se lucha por amor no hay cuartel. La batalla, feroz, a ceniza y lava, acabó con Taranaki herido de muerte.

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Mientras Tongariro lavaba sus heridas entre los brazos de Pihanga, Taranaki partió hacia el Oeste llorando por ella, sangrando rabia y tristeza, destrozando cuanto encontraba a su paso. Fue así, como se crearon en su huida, gargantas de roca que llenó con sus lágrimas y que perduran hoy en día. El río Whanganui había nacido.

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Fue la llegada de la mañana la que detuvo la marcha del herido volcán. Los primeros rayos del Sol le dejaron petrificado donde se encuentra hoy en día, rodeado casi siempre por densas nubes. Tras todo este tiempo, sigue llorando por ella.

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Escalar el Taranaki, es por lo tanto, inmisericorde. No hay tregua. No hay descanso. Cuatro horas de subida que se vuelve más y más dura conforme se llega a la cima. No hay camino. Garras sobre la roca. Los pies resbalando entre las rocas volcánicas. Y condiciones climatológicas que puedes cambiar tan rápido que ya se ha clamado la vida de más de 60 montañeros.

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Sea como fuera, la mañana amaneció tan clara que resultó imposible resistirse. Las nubes para variar acechaban de todas partes, manteniéndose a una respetable distancia por debajo de la cima por donde campaban a sus anchas fuertes y helados vientos, retales de glaciares y afilados acantilados. Como decirte, Taranaki, que me parece que estas compañías que frecuentas no te están haciendo ningún bien.

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Dicen que el odio persiste entre ambos rivales, que mientras el Tongariro entra en erupción de vez en cuando para advertir a Taranaki que no vuelva, este luce de cuanto en cuanto bellas puestas de Sol que no buscan sino llamar desesperadamente la atención de Pihanga.

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Para el mundo, Taranaki está dando la espalda a los amantes, pero todos sabemos, que como tantos otros presas de los celos, sigue de tanto en cuanto, mirándoles de reojo.

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