(Post que pasó bravo y veloz, con grandes dosis de agua y paisajes un 14 de Septiembre de 2010)
Llovía. En la selva, diluviaba como si los mares se hubieran dado la vuelta, acompañados de tal cantidad de relámpagos que iluminaban el cielo, que todo parecía sacado de una mala película de horror de esas que lucen con gala su distintivo de serie B. Pero era bien real y la pregunta estaba en si haber llegado tras innumerables autobuses nocturnos hasta el corazón de Chiapas habría merecido la pena o si por el contrario nos lamentaríamos quedándonos atrincherados entre las debiluchas paredes de madera y plástico que conformaban nuestra cabaña.
El agua, los chubascos y los aguaceros habían sido una constante desde que nos encaminamos hacia el Sureste. El patrón repetido día si, día también, consistía en mañanas claras y aprovechables, donde brillaba el sol hasta algo más allá del mediodía, donde los cielos se cubrían y sabías que tenías un par de horas antes del sálvese quién pueda.
Las mismas lluvias, restos de tifones, huracanes y vaya usted a saber cuantos desastres naturales más que habían y seguían asolando las costas del Golfo de México y que a nosotros sólo nos llegaban de rebote, �débiles� restos de las mayores. Las noticias del Norte no eran muy alentadoras con Veracruz y Tabasco devastados, así que nosotros sin más problemas que un chapuzón al día, no podíamos emitir queja alguna.
Por eso, cuando la lancha salió del embarcadero de Cahuré, para adentrarse entre los desfiladeros del Cañón del Sumidero, no pudimos dar más que gracias a la suerte que nos acompañaba. Tan sólo unas hora antes, parecía imposible. Tantos litros y litros de agua habían desbordado el río que serpenteaba por el Cañón arrastrando a su paso troncos, maderas y basura haciéndolo innavegable. Las lanchas llevaban dos días sin salir.
En aquel momento sólo teníamos una opción para ver esta maravilla natural. Desde arriba. Desde una serie de miradores en la cima de las paredes donde la vista se peleaba por atravesar las nubes y acabar siguiendo las suaves curvas del río Grijalva, apareciendo entre la más densa de las vegetaciones.
Las apariencias engañaban, y las escalas, a alrededor de mil metros sobre el río, se perdían. Bajo nuestros pies revoloteaban las aves de carroña, a limpiar algún resto de quién sabe que, únicos visitantes con alguna que otra mariposa. Sorprendidos y anonadados por la belleza del lugar, nos tomamos nuestro tiempo para disfrutarlo. Total, no teníamos nada más que hacer.
¿O no? Una pequeña mancha se movía sobre la superficie del río. ¿Sería una lancha? ¿Habrían reabierto el paso por el río? Efectivamente. Ahora podríamos disfrutar del cañón cómo realmente se merecía… desde dentro. Al pie de los gigantes, bajo cascadas increíbles que se tornaban lluvia, con el cuello roto de mirar hacia arriba, alucinando con la falla que la madre naturaleza le dio por crear hace unos 12 millones de años (día más día menos).
Así es Chiapas, una de las joyitas de México. O así lo definen pues todo mexicano que se cruzó en nuestro camino no tiene sino piropos para esta región selvática y llena de regalos naturales. Paisajes que quitan el hipo, ríos, selvas, cascadas, un paraíso.
(La impresionante cascada de Misol Ha…
… y la de Agua Azul, convertida en Agua Marrón gracias a las lluvias)
Y en el centro, en mitad de un inmenso valle, se encuentra su antigua capital. San Cristobal de las Casas, que no es sino otro maravilloso y colorido pueblo colonial de tantos y tantos que decoran México. Nótense en semejante afirmación un ligero matiz de aburrimiento y falta de sorpresa. Característica que confesará aún a riesgo de que se me acuse de hereje y se me intente atar bien fuerte a una pira.
No me malinterpreten, es un pueblo precioso. Si. Pero de un patrón tan similar al resto de pueblos preciosos que parece que ya has estado por allí antes, en las mismas calles que ya habías visitado en tantos otros. Incluyendo que probablemente y tras tantos tiempo de ser el centro de uno de los estados más turísticos de todo México, está demasiado hecho a medida del visitante.
Lo cierto es que tampoco le dimos demasiadas oportunidades pero es probable que acabe volviendo por allí (como centro neurológico de Chiapas para las zonas que me falta ver), así que si hay algo imprescindible que no debiera perderme, no duden en avisar.
Fue desde ahí donde partimos para adentramos en la jungla. Literalmente. En busca de las ruinas de Palenque. No se imaginen a partir de esta expresión tan indianajonesca que nos adentráramos machete en mano, látigo en la otra, cazando para sobrevivir. No. Válgame. Pero si que la zona de El Panchán donde nos alojamos era pura naturaleza. Cabañas ajenas al concepto de lujo, devoradas por la selva. Que habría sido aún más redonda si las lluvias torrenciales nos hubieran dejado escuchar los sonidos de cuando bicho viviente estuviera rodeando la zona.
Sorprendentemente tras esa noche diluviana en que estuvimos a puntito de conocer a Noe en persona, el día despertó con buen humor. Fantástico para poder adentrarnos en Palenque. Las salvajes ruinas Mayas de Palenque.
Descubiertas a finales del siglo XVII, son los restos de lo que fue una ciudad maya cuyo tamaño se desconoce, pues se estima que se ha explorado menos de un 10 por ciento de su totalidad, el resto se encuentra perdido y enterrado por la selva. Incluso hay quién asegura (sin demasiada fiabilidad científica) que más de una de las colinas y montañas que lo rodean no son sino pirámides mayas donde las plantas se asentaron sin dejar rastros hace ya muchas décadas. Que vivan las leyendas.
De cualquier manera, lo que puede visitarse, lo que queda de Palenque es espectacular. Envuelta en muchos misterios, pues aún se sigue descubriendo información sobre este lugar abandonado sin motivo aparente en el siglo VIII, sus estructuras se conservan mucho mejor de lo que cabría esperarse y basta un poco de imaginación para visualizar a la ciudad en movimiento.
Primer contacto con la cultura Maya (o lo que quedaba de ella) y seguro que no será el último. Yucatán me espera para darme unas buenas lecciones sobre ellos, pero las clases deberían de esperar. Girando completamente la ruta, volvíamos a México DF, donde nos esperaba un momento histórico: un grito que aún resonaba 200 años depués.
Estupendas fotos.
Una de las cosas que más me impresionaba eran los monos aulladores de la zona… ahí es cuando te das cuenta de que estás en medio de la selva…
Un abrazo!!!
PD: apuntado a tu jetolibro.
No pudimos ver ni oir ningún mono, que pena…. pero bueno, el echarte a dormir escuchando los sonidos de la selva junto con la lluvia en una cabaña rodeada de vegetación, también te da una buena sensación de estar en plena naturaleza.
Las cascadas geniales! y el Cañón del Sumidero impresionante!!
La última foto me da véeeertiigoooo!!
Muy buenas esas andaduras fraternales mejicanas… 🙂
Por lo que veo finalmente bajaste hasta Chiapas, me alegro mucho.. Nosotros estuvimos en abril y vaya diferencia, Agua Azul y Misol Ha tenían menos agua, hasta el punto de poder bañarte en ambos sitios..
Verde que te quiero verde! Guardando las distancias, me ha recordado a tus etapas Camboyanas (eterno objetivo mio) por lo que me apunto éste a la ya larga lista.
Como siempre, hermosas fotografías y una divertida narración. Por cierto que no es tanta leyenda eso de que debajo de algunos de los montes que se ven hay ocultas ruinas arqueológicas, de hecho algunas de las que aparecen en tus fotografías fueron encontradas asi, tal vez solo haga falta voluntad, organización, y presupuesto para descubrir no sé cuantas maravillas Mayas mas, desde Chiapas pasando por Guatemala y Belice. Con decirte que en la CD. de Méx. aún en este siglo XXI se siguen descubriendo ruinas Aztecas enterradas bajo los cimientos de el Centro Histórico. Pero bueno, esa es otra historia Saludos !!! y buena estrella les acompañe.
Increible la naturaleza de Mexico, antes de este post y los de los primeros días tras tu llegada al pais no tenía esta imagen de México
Un saludo desde Coslada!!!
Gracias por compartir tu viaje y dejarnos esas estupendas fotos. Increible lugar, ah y cuidado con el tequila
Estupendas fotos, la verdad que Chiapas es un lugar que merece la pena visitar, tiene muchos encantos sobre todo en cuanto a la naturaleza se refiere.
En Yucatán también encontrarás lugares sorprendentes, creo que vas a tener que sacar tu certificado PADI del fondo de tu mochila porque hay innumerables lugares para ello, además de adentrarte un poco más en la cultura Maya.
ahora continuo leyendo, pero bien sabes que Sumidero 02 podría catalogarse como Supertramps 😉
no se, vo fijate!
Me gustan todas las fotos. Todas con una calidad buenísima.
Y estos son trocitos de Chipas ja, pues que sera cuando pongas todo acerca de Chipas. Muy padre lo que no entiendo entonces fuiste a chiapas te regresaste al DF y ahorita vas a volver a chiapas?
porque ya me confundi XD
Saludos
Que increible Chiapas, habra que programas futuras vacaciones ahi, si los chiquillos nos dejan ;). No puedo esperar el post del grito!!!!!!!!!!! Salu2!!!
Ya me he puesto al día; me gustan tus últimos post con tan buena compañía, medio 224 en Méjico 🙂 (Santi hasta tiene cierto aire mejicano, genial su foto de Indie jajaja y ya me he leido también las divertidas aventurillas contadas por Jose).
bsts
Memoriadepez, como bien dice mi hermano, con la que estaba cayendo, sólo se oía lluvia, diluvios y truenos… 🙂
Japogo, pues si! 🙂
Elena, curioso, aquí estaba prohibido en ambos!
Morfet, si, es muy en la línea… todo selva y naturaleza salvaje. A mi me recordaba mucho a Laos…
Lalo, si, eso me habían comentado… siguen y siguen apareciendo cosas. Quién sabe lo que ocultan esas raices! 🙂
Borque, igualmente… a mi me pasó lo mismo. 🙂
Salva, el tequila ya están controlado… y el picante casi… jajaja!
Daniel, pues voy para Yucatán… junto con un huracán… a ver si se puede bucear o lo tengo que dejar para otra ocasión…
Biayo, jeje… vemos supertramps por todas partes!! :DD
Donativos, muchas gracias! 🙂
Monchoman, exactamente… entiendes bien. 🙂
Nancy, jejeje… ya está disponible! que lo disfrutes!!
Yoda, todo el 224 en Méxicoooo, a la de ya!! 🙂
🙂
Date una vuelta por los alrededores de San Cristobal, hay un señor llamado Joel que prepara rutas en bicicleta para conocer los poblados indígenas cercanos y que te explica además el modo de vida de esta gente.
Un saludo!