El TATE Modern y yo tenemos una relación amorodio muy especial. Detesto (probablemente por desconocimiento) muchas de las cosas que hay allí y adoro el concepto de múseo realmente interactivo que promueve. La sensación de que cualquier cosa puede pasar al atravesar entrar por sus puertas es lo que supongo que nos atrae irremediablemente. Curiosidad al fin y al cabo. Y es está bien que el arte tambien lo genere.

Sin lugar a dudas, el enorme espacio que hay en lo que antaño era una sala de turbinas es motivo de inspiración para muchos artistas, pensando nuevas maneras de llenar semejante espacio. Las posibilidades son muchas. El encargado de utilizar este espacio hasta el próximo 9 de Abril es Carsten Höller, y que mejor que con toboganes: The Unilever Series.

Habeis leido bien, toboganes en un museo. Y para que puedas deslizarte aterrizar facilmente desde cualquier planta al nivel del suelo. Lo cual teniendo en cuenta que son cinco plantas (bastante altas cada una por cierto) resulta bastante impresionante.


El proyecto en sí es un prototipo planteando la posibilidad de incluir este tipo de estructuras en las ciudades de hoy en día. Una revolución arquitectónica o de movilidad en nuestras urbes. Os imaginais?



El principal problema no está en el posible vertigo de los participantes. Está en conseguir tickets para deslizarse, sobre todo si te lanzas desde los últimos pisos. El 4º y el 3º agotan cada día las entradas (gratuitas) antes de mediodía. Ya sabeis, si quereis tener una regresión a la más tierna infancia, cuando os rompiais los piños contra estructuras de acero en forma de demonicacos parques infantiles, aqui teneis vuestras oportunidad de oro. Se os suminstrará un saquito para que os desliceis aún mejor, pero no temais, que hay un gran número de colchonetas para que vuestras turgentes grasas puedan absober el efecto de la inercia.


¿Quién se apunta?