Resuelto el asombroso acertijo del misterioso soprano que amenizaba nuestras noches en nuestra habitación comunal, llega el momento de mostraros pequeños pipiolines, lo acontecido en la tarde noche del 31 de Diciembre de 2006.

Pongamos los antecedentes sobre el tapete de juego y hagamos un pequeño análisis de la zona en la que habríamos de desplegar nuestra pirotecnia y artes para recibir al año nuevo.

Si en Madrid y por costumbre en España tenemos la puerta del Sol, en Berlín es la Strasse des 17. Juni (calle 17 de Junio) continuación hacia el Oeste del Unter den Linden, que comienza en la puerta de Brandeburgo y acaba en el Siegessäule (Columna de la Victoria), columna con un enorme angel dorado en su cima. Para los más curiosos y amigos de las grandes Parades, esta calle es la misma que alberga el Love Parade. 🙂

Como se podrán imaginar los atentos lectores, las dimensiones de dicha avenida son descomunales, aunque para los que tengais menos imaginación espacial dejadme que os muestre las siguientes fotos, tomadas unicamente desde la mitad hacia el Este de dicho recorrido, quedaba por tanto otro tanto para el otro lado.





Este es el aspecto que presentaba a las cuatro de la tarde, ya de noche, pero ya animado con puestos de cervezas, salchichen, filetes, glühwein y demás alimentos que tanto bien hacen a los estómagos resentidos.

Estudiado el terreno, decidimos volver a nuestro cuchitril para resposar, coger algo de fuerza y para que los más necesitados de pastillas y otras medicinas para los achaques varios pudieran tener un momento de sosiego.

Fue un detalle por parte de nuestra querida Frau Sterheim-Peters el tenernos preparados en la habitación una bandejita con un pastelito por cabeza. Un Berliner para más señas (bastante apropiado), al que no se le concedió ni la posibilidad de arrepentirse de sus pecados antes de ser devorado por nuestras hambrientas fauces.


Nos acompaño gustosamente nuestra casera a acompañar el manjar con cafe y pastas…

… mientras los más débiles pichicheaban, rompíanse sus cuellos en las más inverosimiles posiciones y quedaban dormidos para ser tozudeados.

Calentamos motores con algo de Cava Ruso (?) y algo más de su hermano alemán, y en este punto omitiremos esos arranques de nuestra Frau, al más puro estilo Chiquito de la Calzada, usando su repertorio de chistes de gala (en alemán) mientras el maestro Ponce hacía la veces de traductor añadiendo algún que otro detalle de su cosecha. Indescriptible.



Omitiremos tambien las oscuras intenciones que puede llevar alguien como Peter (Peeeteeeeerrrrr), el octavo pasajero, para viajar desde Hamburgo a Berlín para pasar la última noche del año en su habitación en compañía de Frau y sus gatos y pasaremos por tanto directamente a los momentos de alegría y alboroto que vivimos a la salida de la estación.

(Inciso: me he pasado al google Videos en lugar de Youtube, por problemas de sincronismo entre voz y video. Ya me direis que tal se ve)

Para los amantes del petardeo y los fuegos artificiales es un buen lugar. No llega al ambiente de guerra que se respira en las Fallas (ni de lejos) pero es bastante divertido. Por supuesto, estando nuestras filas cargadas con dos valencianos, la pirotecnia aunque a menos escala estaba asegurada.



Llegamos al barullo, a los refrotes y empujones. Avancen mis valientes que habremos de ver la puerta de Brandeburgo, que a eso hemos venido. Maniobre, mi teniente y cuélese cual angila entre la multitud. Monte un campamento base, recompongan la escuadra y avancen un poco más!




Llegamos a una posición estrategica aceptable, cerca de los puestos de bebidas. No muy alejados de los baños (usease los ya refereidos Tilos) y en un alarde de inadaptación al medio, sacamos nuestras doce uvas por cabeza ante la atónita mirada de los germanos para prepararnos para la cita anual con el atragante y el «pFELpffIIF AFfggh�O FUEffVOOO!!!».

Es curioso el orden alemán dentro del caos de una celebración como esta. Una enorme ovación para despedirse del año y todos atentos a los fuegos artificiales. Sin empujones, sin estress. Una vez terminados los fuegos artificiales, y solo entonces, es el momento de felicitarse entre si como es debido y tras la ronda de besos y abrazos con los amigos y vecinos de tumulto, llega el momento de sacar las bengalas de metro de longitud y esperar pacientemente con el brazo levantado a que se consuman.

Luces, cámara y accion. El paseo comienza a cobrar vida al ritmo de conciertos, que habría de durar toda la noche. Que más se puede pedir? Música en vivo, puestos para comer, puestos para beber!! Quién da más?



Aunque por pedir por pedir, pues que para otro año no comienze a llover a mitad de la fiesta!!! Que no tenemos sangre vikinga y aguantar en el frio y la lluvia no entraba en nuestros planes, así abandonamos la zona con gran pena, para adentrarnos en la noche Berlinesa hasta que nuestros cuerpos, ya cansados, decidieron que era mejor volverse para casa y dar buena cuenta de las dosis de medicinas para ayudarnos a combatir de la mejor manera los inevitables constipados. Que ya tenemos una edad!!!