Acabado el entorno cultural y las visitas a pintorescos poblados daremos un pequeño salto en el que obviaremos el ambiente gastronómico de la cena en el Puerto de Santa María seguido de los posteriores tragos en los bares de la zona, por ser detalles que aunque morbosos, no revisten interés alguno – más que los que ya os podais imaginar – y pasamos directamente a algun momento tras la inconsciencia del sueño, cuando nos despertamos tras un breve descanso y descartando el plan mañanero nos dirigimos rapidamente al último punto de la ajetreada agenda Erasmusrevivalera para no hacer otra cosa que acallar los instintos estomacales entre el dolor, las agujetas y la sombra de la somnolencia.

Llegamos a Sanlúcar de Barrameda y antes de siquiera entrar en el city centre, el ligre, haciendo las funciones de Gollum nos condujo atravesando casas, barrios y caserones, a un lugar remoto que se perdía tierra adentro y al que no habiendo arrojado miguitas de pan por el camino no seremos jamás capaces de encontrar. Orcos no conocen.


Y allí, en lo que era a la vez comedor y peña gallística (de ahí la última foto) de dudosa legalidad, nos sentamos en mesas y sillas de plástico, rodeado por carteles de Manzanilla La Gitana para confiados ver como Salva pedía sin vergüenza una buena rista de platos con la intención del que sintiéndose anfitrión, no quiere que sus invitados se vayan con el estómago medio vacío.



Comenzó el desfile, y entre todos ellos estaban dos enormes, gigantes, goliáticos chocos de casi 5 kg en palabras del propio camarero, ante la mirada ojiplática de los presentes.


Pues estos no son de los grandes – nos informaban con algo de aire triste – Los buenos son los que se sirven en dos bandejas. Una para el cuerpo y otra para la cabeza.

O_O

Botones del pantalón desabrochados y poca sangre para razonar nos hizo estar a merced de los compañeros locales a los que seguimos sin ofrecer ningún tipo de resistencia para adentrarnos ahora sí, en las calles de Sanlúcar. (Aunque antes de pasar a ello, parad un segundo a ver la detallada cuenta que se nos facilitó para pagar).

Tuvimos además la grandísima suerte de que por primera vez el sol empezó a brillar y a calentar, con el consiguiente agrado en primera instancia y quejas en una segunda. Si es que ya no tengo el cuerpo acostumbrado al calor. Yo me vuelvo a Londres!…




Una pequeña vuelta por el centro a la velocidad que nos dejaba el reducido intervalo de tiempo de que disponíamos para ver los sitios más emblemáticos como el Palacio ducal de Medina Sidonia


o lo que queda del ya clausurado Museo del Mar Las Caracolas…


… a cuyo creador, apodado cariñosamente por los locales como «el niño barco» se puede encontrar en una de las plazas vendiendo toda clase de objetos relacionados con el océano, como mandíbulas de tiburón.


Y así nos fue. Y así lo hemos contado. Acabamos en la terraza en la cima de un hotel, desde se vislumbraba todo Sanlúcar, Doñana al fondo y donde nos tomamos el café del hasta luego.




Y que sea pronto! 🙂