Desde luego, la mejor manera para más o menos adentrarse en la inmensidad del Vatnajökull es a través del parque nacional de Skaftafell al sur del glaciar y situado justo a los pies de una de sus lenguas la Skaftafellsjökull (llegado a este punto y si vais fijándoos en los nombres islandeses vereis que tienen cierta lógica y todo lo que acabe en jökull tiene que ver con glaciares o lenguas de glaciares, todo lo que acabe en foss tiene que ver con cataratas, todo lo que acabe en sandur se refiere a… bueno a sandur, y así podeis hacer comparaciones similares… si sois lo que como yo generalmente obviais e incluso saltais los nombres este párrafo ya se os habrá olvidado antes de acabarlo. Como? De que hablabamos?).

Este parque nacional se formó en 1967 abarcando un terreno de 1700 km cuadrados moldeado tras miles de años de erupciones volcánicas, amasado por lenguas glaciares y erosionado por ríos. Aún así, situado entre el Vatnajökull y el Skeiðarársandur es ahora un remanso de vida entre el hielo y el desierto. Bueno, es un remanso con el permiso de los volcanes colindantes, aunque la zona no ha sido devastada desde 1362. Aunque es precisamente ese hueco, resguardado entre las montañas el que provoca el microclima que alberga a más de 30 especies autóctonas vegetales e innumerables insectos (entre ellos la Perizoma blandiata, una mariposa).

Dentro del parque se pueden hacer unas cuantas rutas, pero aquí va la más sencillita de todas. Una hora (entre el camino de ida y vuelta + todas las que quieras extras para flipar) para poder ver a tus pies el final del Skaftafellsjökull, ahora un kilómetro más corto que hace 50 años (cosas del calentamiento global (?)) y cuyo proceso de derretimiento genera laguitos y ríos alrededor.


Hay que reconocerle a la zona una presencia fantasmal. De hecho las nubes bajaban poco a poco hasta que al final todo el paisaje quedo cubierto de bruma y empezó a llover, pero mientras tanto el efecto es bestial. Las montañas oscuras saliendo de entre las nubes…



… reflejadas en los lagos. Bestial. Porque la calma absoluta a esas horas donde no había otra alma que la nuestra por allí creaba un espejo casi perfecto del paisaje de alrededor. Alucinante.


Al final, claro… tuvimos que romperlo (o el hechizo habría acabado con nosotros! jeje).

Vale, sí. He hecho una pequeña trampa con las fotos, pero sí no lo habeis notado aunque fuera por un instante entonces también caisteis en el embrujo. 🙂 jijiji mwhahahahaa!!!!