Vuelta a las andadas. Nómada por obligación. Aunque esta vez las cosas se han hecho de manera mucho más elegante que la última vez. Cómo ya habréis podido deducir me mudo. A donde no está definido todavía. Mal cosa, pensaréis. Y con razón. Esto es como dejar un trabajo sin tener otro agarrado, corres el riesgo de acabar de vacaciones forzadas. Yo en un simil menos interesante, corro el riesgo de volver a quedarme sin casa y volver a ocupar los sofás camas de mis sufridoras amistades.

Una breve carta nos indica que tenemos dos meses para abandonar la casa, ya que a principios de Enero pasará a manos de otro propietario en una operación que se conoce como venta. Nosotros víctimas colaterales de este trato nos toca volver a encontrar cutre hogar. Que divertido.

Tampoco era ningún secreto que mi relación con mis flatmates era casi nula e inexistente, especialmente desde que dos de mis allegados se marcharon a su hogar Antipodeano y descubrí que los que quedaban y las nuevas adquisiciones no tenían el mismo concepto de limpieza e higiene que yo. Y eso que nunca he sido un adalid del orden (hay está mi buen y Santo Padre para corroborarlo) así que os podréis imaginar. Ya andaba yo de manera bastante etérea y ligera buscando otro lugar donde redepositar mis ya aumentados kilos de propiedades, pero me lo estaba tomando con una tranquilidad pasmosa, agudizada por que prefiero pasar el tiempo con visitas, visitantes y visitados, que buscando hogar.

Es curioso como la vida te da el empujón que a veces hace falta para hacer lo que tenías que hacer pero que la apatía y la comodidad posponían. Claro, que no te lo da cuando preferirías, pero no se puede querer todo, que tengo al Ángel de la Guarda muy ocupado como para encima exigirle un calendario de milagros.

Traducido: falta menos para volver a activar el modo Homeless ON. Busco piso. Que pereza.