Seguimos con el recorrido Sakureño, y ahora toca el parque de Ueno. Ueno es una de las zonas más concurridas y con más vida de Tokio, no en vano, muchos de los hostales y riokanes más asequibles están en esta zona.

Por supuesto uno de los puntos más importantes de Ueno es su parque, donde además de tener hectáreas y hectáreas, están tres de los museos más importantes de Tokio (El museo Nacional, el museo de la ciencia y el museo de arte occidental) más una sala de conciertos, un lago con un templo (dedicado una vez más a Benzaiten), unas cuantos templos menores y un zoo. ¿Suficiente? Pues sí, más que suficiente para pasar un día (o dos) entretenido, pero es que además tiene en una de sus avenidas sendos cerezos a ambos lados, cerrándose a modo de túnel en un pasillo de infinitas flores de hojas blancas. Es fabuloso.

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Con toda la popularidad que goza normalmente es lo más natural que apenas se pudiera caminar. Y es que en estas fechas de Hanami, es obligatorio para cada bien llamado japonés el salir a las calles (y más si el sol tras semanas de frío refulge en el cielo) así que lo díficil es disfrutar del Sakura en calma con algo más de relajada contemplación. De todas maneras debería confesar que además de lo bonito de las flores, es todo el fénomeno social que se monta lo que más llama la atención. Es una gran fiesta. La gente está feliz, relajada, disfrutando…

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También llama la atención lo impecable que dejan el lugar tras la fiesta. Todo perfectamente recogidito en sus respectivos contendores (colocados para la ocasión) donde esperan varios empleados para ayudar a separar la basura en sus distintos tipos de reciclajes. El civismo japonés es algo en lo que nos llevan miles de años de ventaja y se basa en la máxima tan simple de cuidar todo, absolutamente todo lo que tienen. Una pena que a veces en otros lugares no parezca tan obvio.

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Más fotos aún sin marchitar, aquí.

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