Los rayos se acumulan en la cumbre del volcán de La Palma

Cuando te acercas de noche, lo primero que ves es un enorme resplandor incandescente en el cielo. Conducir por la carretera a su encuentro desafía todo instinto de supervivencia que te grita que corras exactamente en la dirección contraria. Pero está el hipnotismo, claro. A pesar de que tras atravesar el túnel Nuevo que cruza la isla de la Palma y aproximarse a El Paso las carreteras, los edificios y los árboles empiezan a estar anegados de cenizas, a pesar de que el humo negro y la bruma cubren allá donde te alcanza la vista… a pesar de esto está el irresistible magnetismo. Delante de tus ojos hay un volcán en erupción.

Detalle de la colada de lava del volcán (que puede distinguirse levemente a la izquierda) con la localidad de Tazacorte, visto desde el mirador del Time

El volcán en pleno furor desde el mirador de Tajuya

Amanecer desde el mirador de Tajuya

A día de hoy según escribo estas palabras, en un 23 de Noviembre, han pasado más de dos meses desde que el volcán sin nombre de La Palma entró en erupción en una ahora lejano 19 de Septiembre. A las 15:15 en el Parque Natural de Cumbre Vieja la tierra explotó y a todos se nos encogió el alma con las imágenes que nos llegaban desde la isla bonita. La puerta del infierno se había abierto desolando a la Palma. Había emergido un nuevo volcán de 8 bocas eruptivas que iba a arrasar con todo lo que se encontrara a su paso: El Paraíso, Todoque…

El día a día de los hogares que aún no han sido desalojados es un cúmulo de rugidos y ceniza, mucha ceniza.

Amanecer desde el Mirador de Tajuya

Vista general desde el mirador de Tajuya

Amanecer desde el mirador de Tajuya con un desborde de lava.

Fue el principio de semanas de destrucción que aún ni han terminado, ni se sabe cuando lo harán. A lo largo de estas semanas se han sucedido las noticias: aparecieron más bocas, se desplomó parte del cono del volcán generando nuevas coladas, la lava alcanzó el mar produciendo nubes de vapor tóxicas y creando (hoy por segunda vez) un delta lávico, se han sucedido los terremotos y mientras tanto se han destruido casi 2000 edificios, han desaparecido plataneras, cultivos, conducciones de regadío, viñedos… y muchos de los palmeros lo han perdido todo: sus hogares, su modo de vida, sus recuerdos. Todo lo que una vez fueron está ahora sepultado bajo la lava. Así que la pregunta pertinente sería ¿Qué hacía yo allí?

Las hipnóticas explosiones de lava

La impresionante nube de humo del volcán iluminada por la lava de la colada, visto desde Tajuya

Amanecer desde Tajuya

Desborde de lava

La colada ilumina una mezcla de nubes y humo

Amanecer en Tajuya

La respuesta corta es evidente: Ver por primera vez y con mis propios ojos un volcán en erupción.

La respuesta larga es mucho más difícil de responder porque se mezcla el que estaba haciendo yo allí con el abrumador condicional de si debería estar haciéndolo. Y eso está lleno de matices muchos más complejos. Tantos que a día de hoy aún no he sido capaz de responder a esa pregunta de una manera contundente. No es una cuestión de falta de argumentos, pues podría encontrar muchísimos, sino de los conflictos que me produce sentirme fascinado por una fuerza de la naturaleza tan abrumadora y al mismo tiempo horrorizado por el dolor y sufrimiento que está produciendo.

La noche desde Tajuya

El desborde de lava amenaza los edificios evacuados de Tajuya

Vista desde el mirador del Time con los Llanos a la izquierda y Tazacorte a la derecha. Se puede apreciar también como alcanza el mar.

Vista desde el mirador del Time con los Llanos a la izquierda y Tazacorte a la derecha durante el día, donde se puede apreciar la nube de ceniza que está emitiendo el volcán.

Los rayos se acumulan en la boca del volcán

Vista desde Tajuya

Terreno devastado a las faldas del volcán

Hay, supongo, una curiosidad innata en el ser humano que nos lleva querer sentir en primera persona estos acontecimientos. Hay un interés genuino en intentar entender el mundo en el que vivimos y pocas cosas nos sitúan más en nuestro sitio que en sentir el despiadado e inmenso poder la naturaleza e inclinarnos ante sus caprichos. No hay morbo en la destrucción ni hay indiferencia ante el desconsuelo de los otros.

Aunque cuesta un poco verla a la luz del día se puede ver parte de la lava

Vista desde Tajuya

La colada de noche

La segunda noche la nube era tan densa y los vientos la empujaban hacia el Oeste que apenas se podía ver nada desde el mirador de Tajuya

La vida sigue, a pesar de todo, en la Palma. Sigue a pesar de las heridas y las cicatrices. Sigue porque igual que quienes ya hemos sentido el frío tacto de la lona y nos hemos negado a levantarnos, se ha acabado haciendo a pesar del peso del esfuerzo. Sigue porque hay una resistencia ejemplar en los palmeros, cargada de dignidad. Cuando sientes como el viento te azota y con él los ojos y los pulmones se inundan de ceniza solo puedes pensar en como eso se ha convertido en su día a día. Sísifos limpiando las calles y los tejados mientras viven con ventanas y puertas cerradas para evitar que la presencia del volcán encuentre su paso por las Termópilas. Porque yo estuve solo tan solo tres días y sigo sacando ceniza de la mochila, de los bolsillos de los abrigos, de la ropa.

Amanecer desde Tajuya

Las carreteras que dan hacia el volcán acaban cortándose por los cuerpos de seguridad en lo que se denomina la zona de Exclusión. En este caso el control estaba justo al final de esta calle.

Fueron tan solo tres días para poner por primera vez pie en La Palma y encontrarme hipnotizado por la erupción, en noches infinitas que resultaban irreales, como quién esta delante de una película, con la colada de lava incendiando los cielos. Y había que tener en cuenta que en esos días (los pasados 14 al 17 de Noviembre), el volcán se presuponía debilitado y entrando en su fase final.

Casas que siguen resistiendo

A día de hoy sigue activo (tan solo hoy se han registrado más de 60 terremotos), con el aeropuerto cerrado por culpa de las nubes de ceniza y su actividad no da indicios de terminar. Aún así, a pesar de las cifras tan terroríficas estamos muy lejos de lo que fueron esos días iniciales de fuego y lava y si a mi ya me sobrecogió de sobremanera estar frente al coloso “debilitado” no puedo ni imaginarme lo que tuvo que ser aquello. La sensación de indefensión.

Amanecer desde Tajuya

Porque si de algo valieron esos tres días es para certificar que estábamos totalmente a su merced. En esos tres días lo vimos cuando él quiso, si los vientos eran propicios y ayudaban a despejar las nubes de ceniza. Lo vimos escupir humo y fuego e incluso pudimos apreciar como se formaban relámpagos en su interior. Cada día cambiaba, cada día la luz y el viento moldeaban como lo percibíamos. Tres días que nos valieron para comprobar como ha afectado de una manera u otra a toda la totalidad de la isla. Intentamos conocer los puntos más altos de la isla, a kilómetros de distancia como es el Roque de los Muchachos solo para tener que desalojar rápidamente porque la nube del volcán lo había sumido en una niebla tóxica.

Los relámpagos se acumulan en la boca principal del volcán

Tres días para disfrutar de este espectáculo de la naturaleza ante el que no tenemos respuesta posible, más que esperar. Tres días para sentirse diminuto. Tres días para sentirse de alguna manera privilegiado por haberlo podido vivir y sentir, por haberlo podido conocer. Ahora solo queda restar. Cada día que pasa es un día menos. Un día menos para que finalmente se apague y la Palma pueda empezar a reconstruirse. Ahí estaremos también. Ayudando en todo lo que sea posible.

Fuerza, la Palma.

Nota: Si quereis ayudar el Cabildo ofrece todas estás opciones.