Decían mi guías y acompañantes que las hadas no aparecían si no era bajo el manto de la niebla, donde podían ocultarse rápidamente si los visitantes las importunábamos. Quizás tuvieran razón pero yo, novato en estos bosques de hayedos sabios y retorcidos por el peso de los años, sentía que tenían magia más que suficiente para caer rendido a sus pies.

Dejaba atrás unos días conociendo el Otoño leonés y ya en el País Vasco, David y Eneko se habían ofrecido amablemente a acompañarme para descubrir algunos de sus mejores secretos entre los que estaban los sinuosos paseos entre los gigantes del bosque, entre hojas, ramas y helechos gigantes, entre robledables y hayedos.

Allí ocupando partes tanto de Bizkaia como de Álava se encuentra un enorme y gigantesco parque natural: el Gorbeia, que tantos suspiros ha levantado antes que los míos. Tanto abarca que es imposible negar que existan las brujas, las lamias o jentiles pues quién sabe cuantos secretos, mitos y leyendas ocultan sus pliegues. Entre ellos se encuentran algunos lugares cartografiados de fácil acceso y que sin embargo invitan a perderse y recorrerlos sin rumbo fijo, como el bosque de Belaustegi.

Pasear por entre sus formas es una delicia para cualquier amante de la naturaleza y especialmente para los cazadores de curvas y ángulos que trasladar a la fotografía. Todo es sugerente, todo es delicado, poético y salvaje a la vez. Las sendas desaparecen entre la maleza, comidas por el tiempo y el musgo. Entre ellas se cuelan pequeños ríos y grandes cascadas pero solo para quienes con la mirada de niño sepan encontrarlas.

Para aquellos que ya peinan canas solo les quedará subir, salvando desde Ibarra las cuestas puestas por trolls, hasta encontrarse con un pequeño parking, punto de inicio para adentrarse en los misterios del bosque.

Es un pequeño paseo antes de encontrarse con el hayedo, pero los ojos más agudos quizás detecten antes de llegar a sus dominios, un desvío a mano izquierda, una senda oculta a primera vista pero que de lograr dar con ella tendrá como recompensa encontrarse con la preciosa cascada de Belaustegi, guardada entre las rocas y las ramas como si fuera un secreto del propio bosque.

Lugar de innumerables rutas, lamento el solo haberlo probado una mañana. Insuficiente para conocerlo. Suficiente para quedarme con muchísimas ganas de más. Quizás para la próxima puede charlar tranquilamente con los duendes, pero eso si, jamás revelaré su ubicación.