Mas que una entrada, esto debería ser un interludio, pero no quería dejarlo en el olvido, porque cuando me despedía de La Rioja en dirección al Norte y al Oeste, me encontré con este espectáculo. Es de esas veces que claudicas ante la belleza y aceptas la rendición sin condiciones, aparcas en el arcén, apagas el coche y disfrutas del espectáculo, complementado con un pueblo en una colina coronado por un castillo. Después mirando en el mapa vi que se trataba de San Vicente de la Sonsierra. En algún momento debería visitarlo, pero de momento siempre tendré el recuerdo de ese atardecer de fuego en que simplemente no pude seguir conduciendo.