Trnovačko Jezero, Montenegro

1405 kilómetros después muy poco queda ya de quién sesenta y ocho días antes había dado los primeros pasos. No en un sentido únicamente metafórico sino también literal. La piel antaño suave, blanca y débil es ahora adusta, dura, ennegrecida por el calor y el sol. Está repleta de heridas, costras, cicatrices, fue arrancada a jirones por zarzas, arañada por ramas, golpeada por piedras, comida por mosquitos. Los pies han cambiado ligeramente de forma para acomodarse a los callos. Las puntas de los dedos han perdido sensibilidad, se encuentra en estado de duermevela. Dos discretos bultos han aparecido sobre las clavículas en los puntos exactos donde se apoyaban las correas de una mochila inmisericorde. Los músculos perfilados, fibrosos y casi diez kilos menos le hacen difícil reconocer a quien le devuelve la mirada en el espejo, enterrada entre una barba canosa pero que como hiedra sobre un muro ha crecido sin control sobre su rostro.

Definitivamente, no queda ni rastro.

Tuhobić (1109 m), Croacia

Atardecer sobre el río Zrmanja, Croacia

Noche estrellada en la cima del Tuhobić (1109 m.), Croacia

¿Quién es quién vuelve? Esta pregunta no estaba en la lista de preguntas infinitas con las que inició el viaje, pero se la pregunta ahora, mientras deja que el cerebro se tome su tiempo para asimilar lo vivido. Cuerpo y mente han sido moldeados por el lento pero continuo martillear de los pasos. Escultura tranquila, tallado silencioso. Perceptible solo al echar la vista atrás a varios meses antes. ¿Este era yo?

Cima del Bitoraj (1386 m), Croacia

Atardecer sobre el cañón de a visto desde Lukomir, Bosnia y Herzegovina

Parque Nacional de Risnjak, Croacia.

Cuevas de Škocjan, Eslovenia.

Katun en las montañas de Sinjajevina, Montenegro.

Blidinje Jezero, Bosnia y Herzegovina.

Sí. Se convence. Este era yo antes de tratar de tú a tú a los elementos, a los bosques, a las rocas, al viento, a la lluvia, los truenos y relámpagos, a la niebla, al sol y al frío. Este era yo antes de vivir en bajo la milimétrica protección de una tienda, durmiendo sobre el suelo, transportando mi vida mínima en una mochila. Este era yo antes de abrazar la inesperada soledad, de maravillarme con la inmaculada naturaleza salvaje, antes de agradecer el calor improvisado de una lumbre, antes de bañarme feliz en tantos lagos olvidados.

Izvor Kupe, Croacia.

Atardecer sobre el Adriático desde el Parque Nacional de Velebit, Croacia.

Cañón de Rakitnica, Bosnia y Herzegovina.

Maglić (2386 m.) visto desde Zelengora en el Parque Nacional de Sutjeska, Bosnia y Herzegovina.

Valle de Grebaje, Parque Nacional de Prokletije, Montenegro.

Štirinsko Jezero, Zelengora, Bosnia y Herzegovina.

Ahora, mirando atrás, sabe que el recuerdo le devuelve mentiras. Omite y suaviza sin pudor los momentos duros. Los momentos en que los kilómetros hacían horas que ya eran demasiados, los momentos en que el peso de la mochila clavaba las piedras del camino en la planta de los pies, los momentos en que el camino desaparecía y había que abrirse paso entre una maleza que le devoraba, los momentos de cansancio extremo en que se tumbaba exangüe en el suelo, los momentos en que había que buscar agua desesperadamente en el engañoso verde que disfrazaba al desierto, los momentos en que la comida no se podía estirar más y acechaba el hambre. Todos los momentos en que dijo: No puedo más.

Porque lo dijo. Lo dijo muchas veces. No puedo más. No puedo más. No puedo más.

Pero pudo.

Admirando Čvrsnica desde lo alto de las Montañas de Vran, Bosnia y Herzegovina.

Skloniste Miroslav Hirtz, Bijelih Stijena, Croacia.

Iglesia de Ulaka, Eslovenia.

El Mar Adriático desde la cima de Sveto Brdo (1751 m.) en el Parque Nacional de Paklenica, Croacia.

Acampando bajo la luna durante el Velebit Hiking Trail, Croacia.

Bili Kuk (1171 m.) en Crnopac, Croacia.

Parque Natural de Dinara, Croacia.

El pudo se convirtió en una nueva droga. Se enganchó a esa satisfacción pura de ser capaz de encontrar soluciones allá donde se alzaban barreras. Seguir adelante. No bajar los brazos. Seguir sumando días. Se sentía audaz al ser capaz de completar, a pesar de todo, una jornada más. Sin darle demasiado tiempo a los lamentos ante los contratiempos, aceptando que ante las decenas de decisiones malas no quedaba sino aprender, resignarse y asumir que en esa mano el pésimo reparto de cartas iba a complicarlo todo un poco más. Alejar las dudas e intentar jugarla lo mejor posible. La mirada puesta en los hoy con algún vistazo furtivo a los mañana. Más allá todo se volvía demasiado incierto. Pasado mañana siempre estuvo demasiado lejos.

Río Cetina, Croacia.

Meandro del Río Neretva cerca de Jablanica, Bosnia y Herzegovina.

Arco de Hajdučka Vrata (2000 m.), Bosnia y Herzegovina.

Montañas de Komovi, Montenegro.

Entre tanto paso a paso, metro a metro, kilómetro a kilómetro fueron cayendo los días al tiempo que crecían las montañas. Las vio nacer en Eslovenia, desarrollar una arrolladora e insultante juventud en Croacia, alcanzar la estabilidad en Bosnia y Herzegovina y llegar a la imponente madurez entre Montenegro y Albania. Imperceptiblemente también creció, mientras los cañones eran cada vez más profundos, los picos más altos y el tiempo más inclemente. Se fue decantando en esencia, cambio su escala de prioridades hasta volverse mínimo. Nunca importó menos lo que se pudiera ver de él. Ropa sucia acumulando estratos de sudor y sal, barro, botas rotas, remendadas con pegotes de pegamento, erosionadas por el caminar, el asfato y la roca, la nariz quemada, las uñas negras, los pies como un hospital, llenos de vendas, tiritas, gasas y esparadrapos.

Atardecer sobre Čvrnica desde las Montañas de Prenj, Bosnia y Herzegovina.

Vistas desde Veliko Brdo (1884 m.), Bosnia y Herzegovina.

Acampando junto al Donje Bare, Bosnia y Herzegovina.

Parque Nacional de Durmitor, Montenegro.

Cima del Dinara (1830 m.), el pico más alto de Croacia.

Su ego se alegra de haberlo completado, de haber cruzado la línea de meta y de darle un punto y final, un cierre. Dentro de si mismo sin embargo, sabe que ya hacía muchos días que la meta dejó de importar. El valor estaba en lo vivido cada día. De nada habría servido obsesionarse con el final sin sacar lo mejor de cada momento. Ahora sabe, con certeza, que la meta es el camino. Ítaca es solo el mar.

Atardecer sobre el Mar Adriático desde el Velebit Hiking Trail.

Vistas del cañón de Rakitnica desde el Vito (1960 m.), Bosnia y Herzegovina.

Maglić y el Parque Nacional de Sutjeska desde el pico Bregoč (2014 m.) en Zelengora, Bosnia y Herzegovina.

El increíble paisaje en el altiplano de Sinjavina, Montenegro.

Admirando el Maja e Jezercë (2694 m.) el más alto de los picos de la Vía Dinarica, Albania.

Se sigue sorprendiendo al recordar como había traspasados límites que le parecían inalcanzables. Como su cuerpo al que empezaba a menospreciar en puertas del declive de la madurez, el mismo que se quejaba y rechinaba agónicamente en los lejanos primeros pasos, se sobrepuso a los momentos en que se exigía de él más y más. Más peso, más comida, más agua, más pendientes, más kilómetros.

Pudo.

También pudo.

Parque Nacional de Biogradska Gora, Montenegro.

Valle de Mojkovac, Montenegro.

Amanecer sobre Sinjavina, Montenegro.

Maglić (2836 m.), el pico más alto de Bosnia y Herzegovina.

Valle de Valbona, Albania.

Así que vuelve a mirarse al espejo.

¿Quién soy yo ahora?

La Vía Dinarica, la última gran travesía europea a través de los desconocidos Alpes Dináricos, no ha tenido piedad ni compasión. No ha hecho caso a quejas, ni lamentos, ni lloros. A nivel físico ha sido lo más exigente a lo que me he enfrentado en mi vida y en lo mental ha sido agotador. Ha sido estricta, severa, intransigente, pero también ha sido bella, auténtica, salvaje, real. Ha sido una escuela inflexible y dura pero yo he sido feliz en la rutina del descubrirla, en el caminar. Ha sido frustrante pero me ha dado muchos regalos, entre ellos el demostrarme que aunque todos tenemos límites los míos están un poco más lejos de lo que yo pensaba.

Cuando dentro de unos años alguien me pregunte que hice durante el verano de 2023 y al pensarlo me abrumen los recuerdos y sea incapaz de darle forma con palabras a todo lo vivido, es probable que me limite a sonreír y responder: «Caminar.»

Madrid, a 19 de Septiembre de 2023. 

Cima del Maja e Rosit (2525 m.), Montañas de Prokletije. Frontera de Montenegro y Albania.

Desde el día 3 de Julio de 2023 que llegué a Liubliana en Eslovenia, hasta el día 13 de Septiembre que partí de Tirana en Albania, han pasado muchas cosas entre ellas los 68 días para cruzar los Alpes Dináricos que he ido contando a modo de diario en mi Instagram Stories. Si os lo habéis perdido aquí tenéis todo el periplo de estos más de 1400 km, en lo que ha sido una de las experiencias de mi vida. 

Vía Dinarica en Instagram Stories:

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Todas las fotos que pueden verse aquí han sido realizadas con una Sony a6600, con una lente 18-135mm f3.5-5.6. Agradecer a Sony España y a Jorge Gállego, el préstamo para haber podido llevar un equipo tan ligero y que me diera tanta calidad a lo largo de todos estos días.

Montañas de Prokletije desde Lepushë, Albania.