Foto Victoriano 001

6 años… y aún en construcción. Esa podría ser una de las interpretaciones de esta foto que me ha regalado hoy mismo el bueno de Victoriano. Aunque en lo personal, más allá de las luces y los azules de mi sempiterna hora mágica, lo importante es el sitio. No la coordenada, sino el lugar. Londres.

Es cierto, me he permitido una pequeña licencia, una trampa piadosa para hacer el truco y estar dos días después de lo que debiera en el centro de una ciudad que adoro y reclamar en ella, donde todo empezó, el sexto aniversario de estas páginas, de estos intentos de crónicas, de estos viajes llevándoos en la mochila. Si, hace seis años que comenzó este blog, aquí en Londres. En distinta coordenada, pero en el mismo lugar.

Muchas cosas han cambiado, entre otras la propia Londres, irreconocible, con nuevas líneas en su skyline, pero sobre todo creo que yo. En construcción permanente, como no puede ser de otra manera. Llegué a orillas del Támesis, para empezar una nueva vida y ejercer tras infinitos años de carrera de telequito y he acabado empezado muchas otras vidas diferentes y convirtiendo mi hobby en mi vida. Acertar el futuro nunca había sido más difícil. Más imprevisible.

Londres será sólo una parada, un reencuentro con ese yo reconocible pero cambiado de hace tiempo, como quitarle el polvo a ese cajón lleno de fotos y sonreír al recordar, ver el cambio, la metamorfosis. Echo de menos está ciudad, no puedo negarlo, echo de menos sus calles, sus pubs de madera anclados en el pasado, el acento y el humor bajo su cara más seca, su energía, su gente.

La echo de menos por todo lo que me dio al igual que echo de menos los indescifrables carteles luminosos de Shibuya, las oscuras izakayas, los almendros en flor y la sensación de estar asombrándome continuamente en Japón. Al igual que el despertarme cada mañana en un lugar distinto con una mochila como única propiedad y cruzarme con gente que me robaba sonrisas a sabiendas de que jamás volvería a cruzarse en mi camino.

Este último año, ha seguido siendo sorprendente y me ha demostrado que los caminos nunca se acaban, nunca tienen un final, que uno puede seguir caminándolos hasta que decida pararse. Porque como ya descubrimos algún tiempo, la meta nunca es el objetivo. Y seguimos igual, viviendo al día, sin cuestionar el que vendrá. Por muchos años más. ¡Felices seis!

Y sobre todo, gracias, mil gracias a los que estáis al otro lado. Si bien, no tengo tanto tiempo como me gustaría para mantener este blog actualizado, es un placer saberos tras la pantalla.