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Casetón de Ándara – Hotel Áliva (Por la Canal de Jidiello)

Distancia: 15,2 km.
Desnivel Positivo: 1.133 m.
Desnivel Negativo: 1.191 m.
Duración: 8 horas.

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(Perfil de la etapa)

14 de Julio de 2019

Después de dos días de etapas relativamente cómodas hoy iba a tocar sufrir un poco más. Al menos sobre el papel porque con más de mil metros de desnivel positivo y otros más de mil de desnivel negativo, intimidaba un poco, sobre todo si le sumábamos los kilómetros de las etapas anteriores que ya llevaba acumulados en las piernas y que la rodilla no terminaba de mejorar. Hoy iba a cumplir una semana caminando sin parar por los Picos de Europa.

(Dejando detrás el Casetón de Ándara)

Pero no era momento de quejarse, amigo Sancho. Habría que caminar más despacio y habría que hacer cuantas paradas fueran necesarias. Esperaba que la cosa no se complicase y que las 8 horas teóricas no se me alargaran hasta el infinito de los tiempos, pero tenía una bajada complicada, la de la Canal de Jidiello a la que temía bastante. Ya me preocuparía de ese punto cuando tocará porque la primera impresión del día no era sino la de la niebla cerrada que envolvía al Casetón de Ándara.

(La subida hasta el Collado de Valdominguero)

Para mi asombro, en cuanto empecé a caminar y subi un centenar de metros salí de ese mar de nubes para encontrarme con un día tremendamente despejado. El macizo de Ándara, ese enorme mazacote que estaba atravesando, se veía inmenso. Caminaba rápido intentando dar esquinazo a la nada que subía a un ritmo más lento que el mío aunque constante e imparable. La nada, Atreyu, la nada. También tocaba esquivar los pozos que el abandono de la minería había dejado abiertos. Digo esquivar para añadir dramatismo escénico pero lo cierto es que estaban bastante bien delimitados, lo cual no quitaba que fueran impresionantes ni les restaba profundidad.

(Parte de la ruta que sigue subiendo hasta el Collado de Valdominguero) 

(Mirando hacia atrás, la niebla subiendo y rodeando la Pica Mancondiu)

(El Collado de Valdominguero)

Para cuando llegué al Collado de Valdominguero había sido capaz de ser más rápido que la niebla. Pero a partir de aquí comenzaba la parte más complicada y vertíginosa de la jornada. La canal de Jidiello cuya dificultad radica no solo en sus más de mil metros de desnivel sino en la pendiente que se gasta. El primer tramo, el más complicado, daba vértigo de mirar y había un par de destrepes en los que había que quitarse la mochila, bajarla como buenamente se podía y después agarrarse a una cadenas para salvar los resaltes rocosos. Estando solo debía andarme con bastante cuidado sobre todo intentando no resbalar y acabar dandome un castañazo que pudiera lamentar.

(El comienzo de la Canal de Jidiello)

(Vistas del Macizo Central desde el comienzo de la Canal de Jidiello, se puede ver la carretera que sube desde Sotres al collado de Pandébano)

(La estrechez por donde hay que hacer un par de destripes algo complicados si vas cargado con mochila)

A partir de aquí, el canal se ensanchaba y se obtenían unas preciosas vistas del Macizo Central que volvían a demostrar el poderío de sus dimensiones. La bajada seguía siendo complicada y se añadía la dificultad de ser un camino de roca suelta. Si la roca suelta es incómoda para subir, imaginaos para bajar, donde no puedes confiar en el suelo en el que te apoyas. Se convirtieron por tanto estos 6 kilómetros en un prolongado suplicio donde la rodilla rechinaba a la menos ocasión.

(Vistas del Macizo Central con la Canal en primer plano) 

(Peña Castil y los Albos al fondo) 

La bajada que se ganó un par de paradas de admirar las vistas, de descanso, de almuerzo y de intentar sufrir lo menos posible. Poco a poco el camino se iba haciendo más visible y era más sencillo bajar pero eso no impidió que tardara casi 4 horas en completarlo. Me crucé también con algún valiente que la hacía en sentido contrario y me pude imaginar la risas que te puedes echar intentándolo.

(Para ojos agudos: busquen al valiente subiendo la Canal de Jidiello)

(Un par de fotos volviendo la vista atrás)

Respiré aliviado una vez llegué abajo. La niebla, fiel a su promesa, había devorado la cumbre y el collado de Valdominguero. Se mantenía vigía, en las alturas, en las cumbres del Macizo de Ándara. Aún a falta de confirmación visual total se podía intuir en la lejanía la longitud interminable de la bajada de la Canal. Ya solo quedaba completar la jornada caminando otros 6 kilómetros entre ambos macizos, por una carretera de tierra junto al río Duje.

Atravesé los Invernales de Vegas de Sotres y comencé la subida lenta, interminable bajo un sol de medio día que castigaba sin miramientos. No había muchas almas más caminando por allí y si a lo largo del día las había habido, deberían haber pasado por allí antes de que ese valle se hubiera convertido en un horno. Valle, que por cierto, era muy sencillo de identificar como valle glacial, formando la enorme «u», suave y poco abrupta que los caracteriza. Era el resultado de las labores de escultor paciente que fue el hielo masivo que cubrió esta zona. Pero el hielo solo podía imaginarlo, mientras sudaba y caminaba ascendiendo por lo que era la cresta de la morrena que se conoce como Llomba de Toro. Allí al final, medio escondido en el pliegue de una colina estaba el Refugio Hotel de Áliva.

(Los invernales de Vegas de Sotres)

(Mirando hacia atrás, la subida que venía haciendo desde Vegas de Sotres. Si siguiera esta carretera en la dirección que se ve, llegaría hasta Sotres) 

Eché algo de menos el encanto hogareño de los refugios cuando me metí en este hotel, más frío e impersonal en comparación. Cambiaba las mesas corridas y las charletas con los excursionistas al finalizar la etapa por espacios amplios, restaurante y bar de mesas separadas donde la interacción se complicaba. El hotel refugio de Aliva es otro concepto, mucho más hotel que refugio, donde se puede acceder fácilmente andando desde el teleférico de Fuente Dé o mediante un taxi 4×4. Las buenas noticias es que tenía una habitación privada a salvo de ronquidos y me iba a dar mi primera ducha en condiciones en 5 días. Pensaba gozarla.

(El valle glacial)


(El Hotel Refugio de Áliva)

El macizo de Ándara se mantuvo cubierto por las nubes casi toda la jornada, hasta que decidió que el mejor momento para despejarse era cuando yo estaba dándome al deglute de la cena sin esperanza ya de ver esos picos. Pasé de cenar a engullir y salí corriendo, con ambos carrillos llenos, a retratar la montaña como buenamente pude. El hamster fotógrafo. Mereció la pena.

(El Macizo de Ándara o Macizo Oriental desde el el Hotel de Áliva)

(Unas cuanta fotos del atardecer desde Áliva. Ya que el Macizo de Ándara se puso bonito que menos que una sesión de retratos).

Allí estaban, sonrojándose cada vez más con el rubor del atardecer el Pico Cortés, La Morra de Lechugales y algo más lejos casi escondida la Pica del Jierru. En el fragor de la carrera es pos de la fotografía había salido en chanclas y mal abrigado, así que mientras el sol iba desapareciendo también iba yo perdiendo el ánimo. Aguanté, sin embargo, hasta que el sol terminó por desaparecer y entonces fui yo el que lo hizo, en búsqueda del calor de una cama y unas mantas que me había ganado con creces.

Más info: Consejos para organizar el trek del Anillo Integral de Picos de Europa |Casetón de Ándara | Hotel Refugio Áliva

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