Volvía a disfrutar de los cielos de Segovia y esta vez en numerosa compañía. La explanada a las afueras de la ciudad bullía en actividad minutos antes de que el sol despuntara por el horizonte más allá de la Sierra de Guadarrama. El ruido de motores inundaba el ambiente, poniendo en marcha enormes ventiladores de aire caliente que se afanaban por inflar las enormes velas de decenas de globos aerostáticos, masas aún informes de aire caliente que se disponían a tomar por asalto y a la vez, los cielos de la ciudad.

Me encontraba en pleno pistoletazo de salida, en el vuelo inaugural del III Festival Accesible de Globos de Segovia. Una denominación que hace referencia a la posibilidad de que gente en silla de ruedas pueda participar en esta actividad y disfrutar de la sensación mágica de surcar los cielos, porque disponen de cestas con sitios adaptados.

El festival es ya una bonita tradición y cada año cuenta con más adeptos, más visitantes, más curiosos, más fotógrafos y más globos. No en vano, Segovia es la ciudad de España que más vuelos de esta índole realiza al año. No le faltan alicientes: como ya había podido comprobar con anterioridad si Segovia es una ciudad preciosa a pie de calle para cualquier vulgar terrestre, desde el aire regala una visión divina, donde la arquitectura de esta ciudad patrimonio de la humanidad, dominadas por la impresionante Catedral y el Acueducto se combinan con las vistas de la Sierra.

Semejante combinación solo puede enamorar a quien la prueba, incluso a los que presuman de corazón duro e impermeable a las emociones. No es una actividad adrenalítica, sería honesto añadir, pero es esta una de sus mayores y más inesperadas cualidades: La tranquilidad asociada a los paseos en globo siempre sorprenden a quien los prueba por primera vez. Desafía la lógica como estar suspendido en una cesta en el aire, sujeto tan solo por una tela inflada puede trasladarte a un estado de paz semejante. Sin embargo la física no admite dudas y allí volvía a robarle el privilegio a las aves, completando la estampa con la imagen de otras decenas de globos surcando los cielos al mismo tiempo. La magia se multiplicaba por momentos.

Semejante vuelo inaugural, un privilegio absoluto que debo agradecer a la cortesía de los amigos de Siempre en las nubes, fue una experiencia única, en la que poder observar no solo la ciudad sino el resto de participantes ascendiendo y descendiendo. Rodeándote y alejándose en una coreografía hipnótica.

Y sin embargo no quise quedarme solo con ese momento y dado que durante el fin de semana se realizaban más vuelos al amanecer y al atardecer, decidí quedarme un día más, disfrutar de esta joya de ciudad que muchas veces no prestamos la atención que se merece por estar tan cerca de Madrid, pasear mucho, comer bien y tras refugiarme de las horas de más calor, salir a disfrutar del atardecer con el tímido vuelo de unos pocos participantes y sobre todo poder vivir un amanecer desde tierra, con los globos ya en competición sobre las formas de cuento del Alcázar y la Catedral y el resto de calles contenidas entre sus murallas.

Las competiciones de globos tienen su interés y no están carentes de dificultad. Se establecen unos puntos por los que los competidores han de pasar, dejando como ganador aquel piloto cuya habilidad le acerque más. La habilidad reside en que no es posible girar a voluntad en le aire, solo ascender y descender a golpe de llama, buscando la corriente del aire que te lleve hacia la zona deseada. Los pilotos más experimentados son capaces de ver las fuerzas invisibles en el cielo y estudian a conciencia el entorno, el vuelo de las aves y por supuesto lo que delatan el resto de globos en el aire para intentar ajustar al máximo la trayectoria. No siempre tienen éxito.

De hecho, en mi siguiente madrugada, con el encuadre elegido para la foto gloriosa, calculando la zona de despegue y por donde habrían de pasar los globos todo parecía calculado milimétricamente y sin embargo cuando el primero de los globos se alzó del suelo salió despedido en dirección contraria, alejándose de la ciudad que intentaba conquistar. Semejante falta de fortuna sufrieron los siguientes valientes que se atrevieron a despedirse de la gravedad hasta que alguien consiguió encontrar la brecha en las corrientes y abrió una senda que permitió a los restantes sobrevolar al fin la ciudad. El ser humano de momento solo puede claudicar y readaptarse ante los antojos del clima y los vientos.

Fue por tanto, espectáculo no tan masivo como debió de ser en otras ocasiones, pero bello de cualquier manera, con el extra añadido de la diversión y la emoción de si las legañas habrían merecido la pena. Lo cierto es que siempre lo merecen. Incluso cuando no ayudan a la cámara. Hubo que adapatarse, hubo que moverse rapidamente buscando nuevos encuadres que solo vosotros, ahora, aquí, podréis juzgar si merecieron la pena. De cualquier manera también podeís ver las fotos que hicieron por allí otros grandes fotógrafos como Miguel G. San Pedro, Jaime Marín, Juan Luis Valera, Jaime Ollero, Sergio Diaz, Hector Ballester y los chicos de Salta Conmigo, Sele o Guías Viajar. 🙂

Me hizo feliz ver también a los propios segovianos disfrutar de estos momentos y eran unos cuantos los que se habían distribuido por los miradores de la ciudad no solo para hacer fotos, sino simplemente por el disfrute de abrir las sillas y respirar el amanecer sobre su ciudad y maravillarse con el espectáculo. Una cita que con muy poco acabará por acomodarse en mi calendario de eventos que no se puede uno perder. Nos vemos el año que viene. 🙂

Recuerda que si quieres vivir esta experiencia, aunque no puedas ir en las fechas del festival, siempre puedes reservar tu paseo en globo y disfrutar de esta ciudad mágica desde el aire. Y si vas a aprovechar (que deberías) el viaje a Segovia par dar una vuelta por la ciudad, aquí tienes un montón de buenos planes para conocerla mejor:

¿Qué vas a hacer en Segovia?