Etapa 15: Gorak Shep (5140 m.) – Everest Base camp (5364 m.) – Dzongla (4830 m.)

Distancia: 19,3 km
Tiempo estimado: 7 horas.
Desnivel Positivo: 379 m.
Desnivel Negativo: 710 m.

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(Perfil de Etapa)

20 de Octubre de 2018

Me sorprendió mucho que la mayoría de la gente que llegaba a Gorak Shep optará por subir a Kala Patthar a ver el amanecer en lugar de hacerlo el día anterior al atardecer. Entendía que ver salir el sol por detrás del Everest podía tener su encanto pero dudaba que pudiera competir con el espectáculo que eran los picos enrojecidos con los últimos rayos del sol.

(El sol saliendo tras el Nuptse)

Por un momento estuve tentado de comprobarlo con mis propios ojos, levantarme en mitad de la noche y ascender hasta el mirador a certificar si nuestra apuesta por la tarde había sido la correcta pero en honor a la verdad, no fui capaz. El día anterior, la subida y el mantenerme a la intemperie hasta que cayó la noche bajo los vientos gélidos me había dejado baldado. Decidí recuperarme y descansar todo lo que pude. Habíamos llegado a Kala Patthar a los pies del Everest, pero aún nos quedaban unos cuantos días para terminar el trekking.

(Bordeando el glaciar de Khumbu hasta llegar al campamento base del Everest)

Ahora tocaba visitar la excusa del viaje y acercarnos al Campamento Base del Everest. Le daba nombre a la ruta a pesar de que sospechábamos que carecía del interés de otros puntos. Ya nos lo habían advertido: el campamento base no era nada espectacular y podía llevar a decepciones. Quizás simplemente porque no había nada. Pero era una nada con matices.

(Pumo Ri)

(Al fondo del valle el Taboché, el Cholatse y el Arakam Tse)

Porque cuando lo alcanzamos, una hora y media después de salir de Gorak Shep con la ligereza que da el dejar la mochila en el hostal, no encontramos rastro de tiendas ni expediciones. Simplemente un terreno de rocas y piedras sueltas sobre la morrena del glaciar de Khumbu con unas cuantas hileras de banderas de plegarias para indicar que sí, que lo habíamos hecho, que habíamos cruzado la imaginaria línea de meta. Estábamos en el campamento base.

Pero es que el campamento base es un área. Es una zona donde las distintas expediciones se instalan para preparar las ascensiones a los picos. Para los alpinistas es lo más parecido que pueden tener a una casa. Pero ahora no era sino un terreno desolado a pie del enorme glaciar en cascada desde donde ni siquiera podía verse el Everest.

(Esto era el campamento base del Everest. Algo decepcionante, para que nos vamos a engañar)

El campamento base es el final de las comodidades pero a su vez es el inicio de los sueños de quienes anhelan alcanzar la cumbre. Desde aquí parten las expediciones cargadas de nervios, emociones y la incertidumbre de saber si triunfarán o si la montaña finalmente les doblegará. Sea como sea, independientemente del resultado, volver al campamento base implica la celebración o el tener nuevas oportunidades en el futuro.

(Atentos a la pendiente que tienen las Khumbu Icefalls, atentos a la escala con la gente abajo en el punto indicado como campamento base)

Normalmente las expediciones se centran en las dos ventanas de buen tiempo de la región: Abril/Mayo y Octubre/Noviembre, siendo la primera la que suele concentrar a más gente. Salir del frío invierno hace que la nieve esté un poco más dura y disminuye el riesgo de avalanchas.

Todas las expediciones que intentan hacer cima desde Nepal parten desde aquí y todas tienen que superar el primer gran obstáculo: Las Khumbu Icefalls. Las cataratas heladas del glaciar de Khumbu. Nosotros pudimos caminar un rato entre el glaciar, admirando esos enormes bloques helados que cambiaban sus formas con el paso del tiempo. El glaciar avanza alrededor de un metro al día y al descender desde lo alto, desde el Western Cwm, se comprime en esta impresionantes cascada de hielo. Si nos imaginábamos todo ese terreno por el que caminábamos inclinado casi hasta la vertical podíamos hacernos una idea de las dificultades que presentaba. Atravesar las Khumbu Icefalls siempre ha sido un tremendo reto para todos los que han querido alcanzar el Everest.

Porque han sido muchos. Porque en el momento en que se supo que el Everest era el pico más alto del mundo fue cuestión de tiempo que el ser humano pisará su cumbre. Como ya comenté en la etapa anterior, no fue tarea sencilla y desde que se descubrió en 1852 fueron necesarias 15 expediciones, la vida de 24 personas y 101 años para poder lograrse.

(Caminando por el glaciar de Khumbu)

El respeto y la admiración en el mundo del alpinismo nunca han venido por el que, sino por el cómo. Alcanzar la cumbre del Everest puede ser un reto pero lo que se valora es por donde y con que medios. Por eso es noticia cuando alguien consigue abrir una nueva vía o acceder por un sitio que parecía imposible. Porque �los conquistadores de lo inútil�, tal y como los definía Lionel Terray, consiguen precisamente eso. Alejar los límites de lo imposible. Someter las rutas más difíciles y hacerlo con el menor equipo posible.

(Postureitor +, en el glaciar de Khumbu)

Uno de esos límites lo consiguieron los estadounidenses Tom Hornbein y Willi Unsoeld cuando en 1963 alcanzaron la cima por la arista Oeste. Parecía una vez más, imposible, porque había que escalar una pared de roca que se deshacía (la franja de color más amarillento que se puede ver cerca de la cima del Everest). A 8000 metros. Nunca antes se había hecho una escala tan técnica a esas alturas. Hornbein y Unsoeld lo lograron con un inconveniente. Alcanzaron la cumbre a las 6.15 de la tarde. Justo cuando el sol se estaba poniendo por el horizonte.

(Tom Hornbein y Willi Unsoeld en la ascensión por la arista Oeste. Fuente: Montañismo.org)

Horbein y Unsoeld bajaron por la ruta clásica a través del collado Sur pero la noche se les echó encima. Sin tiendas. Sin nada más que lo que llevaban encima. Pasaron la noche a 8500 metros de altura. Y sobrevivieron. La montaña esta vez solo se cobró los dos dedos gordos de los pies de Unsoeld.

(Tom Hornbein y Willi Unsoeld en la ascensión por la arista Oeste. Fuentes: Pinterest | Climbing Magazine)

Otro debate ha sido el uso de botellas de oxígeno por considerarse antideportivo, incluso por alguien como Mallory que lo utilizó hasta la que el Everest acabó con su vida. Se sobrentendía, una vez más, que era imposible, que no se podían alcanzar esas alturas si no era con oxígeno extra. Hasta que en 1978 el italiano Reinhold Messner y el austriaco Peter Habeler lo lograron, y volvieron a alejar el límite de lo imposible. No fue suficiente. Messner volvió a empujarlo de nuevo un poco más en 1980 al hacer volver a hacer cumbre en el Everest sin oxígeno y esta vez haciendo la escalada en solitario.

(Reinhold Messner y Peter Habeler en 1978, en su ascensión al Everest sin la ayuda de botellas de oxígeno. Fuente: Twitter)

(Reinhold Messner en la cumbre del Everest en su ascensión en solitario y sin oxígeno en 1980. Fuente: Pinterest)

Pero no todo el mundo que ha llegado al Everest lo ha hecho con el respeto que merece la montaña. Al fin y al cabo el Everest y su cumbre está rodeado de magnetismo, todo lo que sucede es noticia. Se magnifica y hace que culminar la hazaña de hacer cumbre en el Everest sea en muchos casos una tremenda lanzadera publicitaria.

Una de las historias más locas al respecto fue la de Maurice Wilson en 1933, veinte años antes que se conquistase la cima. Wilson creía firmemente que si conseguía ascender al Everest demostraría que con una combinación de ayuno y fe inquebrantable en dios se podían resolver todos los problemas del mundo. Así que diseño un plan demente que consistía en volar una avioneta todo lo alto que pudiera, hacer un aterrizaje forzoso en las laderas del Everest y desde ahí caminar hasta la cumbre. El hecho de que apenas supera nada de alta montaña y que no supiera pilotar un avión no le parecieron un impedimento para nada grave.

(Maurice Wilson. Fuente: Wikipedia

Wilson aprendió a volar una avioneta en cinco semanas y consiguió llegar a la India a través de El Cairo y Teherán, lo que dado su historial ya era un hito en si mismo. En la India le fue denegado el permiso para sobrevolar Nepal, así que vendió su avioneta y decidió intentar el acceso por tierra. Tibet también le había denegado la entrada pero tampoco esto le hizo abandonar. En Marzo de 1934, se disfrazó de monje budista y contrató a tres sherpas para adentrase en el altiplano tibetano. Alcanzó la falda del Everest el 14 de Abril. Y no solo eso, sino que después de varios intentos consiguió ascender hasta casi 7000 metros. A pesar de todo, a pesar del ayuno y las plegarias (quién se lo podía imaginar), no sobrevivió y su cuerpo fue encontrado por una expedición al año siguiente.

Pero quién iba a cambiar la historia del Everest para siempre sería un tejano llamado Dick Bass. Bass era un hombre de negocios americano con bastante fortuna y que a sus cincuenta años se fijó un objetivo: Hacer cumbre en los siete picos más altos de los siete continentes (Separando Norteamérica y Sudamérica). Bass era amante de la montaña pero no era un escalador experimentado asi que cuando en 1985 tuvo que enfrentarse a su montaña final, al Everest, lo hizo contratando al experto montañero David Breashears para que le llevara a la cumbre. Lo logró y fue una proeza pero fue el inicio de algo mas. La alta montaña había dejado de estar reservada a los montañeros de élite.

(Dick Bass en la cima del Everest, convirtiéndose en la primera persona en conseguir ascender «las 7 Cumbres», el pico más alto de cada continente – separando Sudamérica y Norteamérica. 1985. Fuente: Washington Post)

Si Bass lo había podido hacer ¿por qué no iban a poderlo hacerlo el resto de gente normal? Fue punto de inflexión para el Everest. Hasta entonces formar parte de una expedición al Everest estaba considerado un honor, la culminación de años de alpinismo y experiencia en decenas de montañas. Eso había cambiado y bastaba con tener buena salud y pagar a un guía para que se encargara de llevarte hasta la cima. Fue el comienzo de las empresas de expediciones y el boom fue tal que solo 10 años después en el Everest había al menos 10 expediciones formadas como empresas de turismo para gente sin experiencia en alta montaña.

El gobierno nepalí entendió los problemas que esta masificación acelerada supondría para la montaña e intentó controlarlo elevando el precio de los permisos. Algo que ha seguido haciendo sucesivamente. Si en 1991 el permiso para un equipo completo costaba 2.300 dólares en la acrtualidad alcanza los 11.000 dólares por persona. Esto es solo el permiso para poder acceder pero hay que añadirle el resto de gastos de la expedición. En la actualidad (2020) ascender al Everest cuesta unos 30.000 dólares si lo haces con una agencia nepalí y a partir de 60.000 si lo haces con una agencia extranjera. Por persona.

Los alpinistas tradiciones siempre vieron esto como una ofensa. El Everest se había profanado. El Everest se vendía a los ricos. La montaña perdía su significado. Messner había logrado ascender sin oxígeno y con menos equipo y pensó que más alpinistas optarían por seguir esta senda de empujar los límites, sin embargo no fue así. El Everest se había convertido en turismo y había dejado de ser escalada. Desde 1953 se ha hecho cumbre más de 8000 veces pero tan solo 202 se han hecho sin oxígeno.

El oxígeno ha permitido intentar la ascensión a escaladores poco cualificados, lo que ha llevado a situaciones de peligro e incluso muertes. El último gran desastre, en 1996, donde 8 personas perdieron la vida, fue causado por un atasco de escaladores que intentaban ascender el tramo final, el paso de Hillary, por donde solo cabía una persona. Esto originó un retraso enorme y gran parte de los escaladores quedaron atrapados en un tormenta.

El año pasado las alarmas saltaron a raíz de unas imágenes en las que se veían enormes colas de gente esperando para completar la ascensión pero no era algo nuevo. Lleva años pasando. Solo hay que juntar la masificación con los retrasos por mal tiempo que impiden la distribución de las escaladas a lo largo de la temporada. Cuando hay una ventana de buen tiempo el colapso es inevitable.

(Atasco en el último tramo del Everest. Imagen de 2019. Autor: Nimral Purja)

Y allí estábamos, en ese terreno yermo y helado que había sido el inicio de muchas de esas historias. Allí, tras la caída del glaciar de hielo. Temía encontrarme con el campamento base por que tenía entendido que el alto número de expediciones habían convertido el Everest en el basurero más alto del mundo. Los números eran tremendos. En 2017 se recogieron 25 toneladas de basura. Una barbaridad. A pesar de que el gobierno impone un depósito de 4000 dólares que solo devuelve si cada integrante del equipo vuelve con 8 kilos de basura y sus propios desperdicios, son muchos quienes prefieren pagar la multa dejando tras de si un rastro de, entre otros, equipo de escalada, botellas de oxígeno, tiendas de campaña, cartuchos de gas, latas de conservas o ropa.

Unos de los principales problemas, es una vez mas, la falta de preparación de los clientes que dependen de un sherpa para que les lleve todo el material. Los primeros alpinistas ascendían llevando gran parte de sus propios equipos como sacos, ropa extra, comida o el oxígeno embotellado pero hoy son los sherpas quienes se encargan de eso. Parte del equipo de porteadores no está durante toda la ruta, muchos suben a determinados campamentos solo para transportar equipo y después se dan la vuelta. Los que quedan no pueden regresar transportando equipo y basura.

Pero si la basura es un problema al que se está buscando solución más allá de las limpiezas anuales, son los deshechos humanos los que pueden causar más problemas a largo plazo. Los excrementos no se degradan de forma normal debido a la baja temperatura y pueden ser arrastrados por el monzón o por deshielos contaminando las aguas que suplen a los pueblos de Khumbu. Incluso los que se transportan hasta Gorak Shep se arrojan a pozos y hoyos que pueden tener problemas de filtraciones o desbordarse.

(Basura en los campamentos base del Everest. Autor: Doma Sherpa)

Hay varios proyectos para intentar solucionar y paliar estos problemas, como el Mount Everest Biogas Project que está planeado para construir una planta de procesado que funcione únicamente con energía solar y que permita convertir estos deshechos en biogas y fertilizante que sería utilizado por los propios pueblos. Un proyecto muy interesante que debería empezara a funcionar en breve. Otros como las expediciones Everest Green de colaboración franco-nepalí se dedicaron a ascender no con el objetivo de hacer cumbre, sino de recoger basuras y de reciclarlas después, proceso que recogieron en un documental.

Everest Green | Trailer VF from Block 8 Production on Vimeo.

Me esperaba un basurero, pero en el Campamento Base no había nada de eso, o al menos yo no lo ví. Supongo que gran parte de los problemas estarán más arriba en los campamentos más elevados a los que es más difícil acceder. Solo queda luchar para que la concienciación o las multas y el aumento de personal pueda ir solventando este problema. Se podría imponer también un límite de personas que puedan acceder cada año pero tendría que ser una acción coordinada entre Nepal y Tíbet. Nepal ya lo intentó una vez y solo consiguió que todas las expediciones se trasladaran a Tíbet dejando a cientos de nepalíes sin trabajo.

Son la cara y la cruz de una montaña fascinante y de nosotros mismos como humanidad. Historias de superación y masificación, de lo increíbles y de los dañinos que somos. Ambas caras que deben ser contadas. Nuestro tiempo allí, en el campamento base a los pies del Everest se terminaba y era la hora de comenzar a bajar y continuar el trekking. Porque el Everest había sido la excusa pero no era el final.

(Llegamos al Campamento Base del Everest. Pero este punto no era el final de la ruta)

(Preciosas vistas del Nuptse West I)

Aún nos quedaban muchas etapas por delante porque no nos íbamos a limitar a descender. Pensábamos pasar por los cuatro valles del parque Nacional así que nuestra idea para la jornada era alcanzar Dzongla antes de enfrentarnos al día siguiente al segundo paso, el temido Chola Pass, y entrar en el valle de Gokyo. Nos quedaba una buena jornada por delante. Regresamos a Gorak Shep, recogimos nuestras mochilas y comenzamos el descenso.

(Panorámica del valle central y el glaciar de Khumbu)

Se agradecía el caminar, al fin y aunque fuera por unas horas, montaña abajo. Para cuándo regresamos a Lobuché y paramos a descansar y a por un poco de agua pudimos ver de primera mano los efectos de las malas aclimataciones en los grupos. Dos personas llevaban de vuelta, agarrándola para evitar que se desplomara, a una mujer que ya no sabía ni caminar, exhausta, tambaleante y víctima del mal de altura. Fue una visión terrible que nos recordaba que a pesar de todo estábamos en un terreno hostil para nuestro organismo. Supongo que su historia acabaría con unas horas de descanso y una probable llamada a un helicóptero de rescate. Los helicópteros de rescate estaban a la orden del día en todo el trayecto entre Namche y Gorak Shep donde había bastantes carteles avisando de que se les podía solicitar por 500 dólares en caso de emergencia.

Dejamos Lobuché detrás y descendimos hasta que un desvío nos apartó de la ruta principal para empezar a bordear el valle que se adentraba hasta el Chola Pass. Agradecimos tremendamente este desvío después de habernos cruzados con algo más de 200 personas. Quizás el mal tiempo había dejado inoperativo el aeropuerto de Lukla durante varios días y ahora se apelotonaban en la subida. No podíamos estar seguros de los motivos pero eran demasiados.

Caminábamos bajo la atenta mirada del Taboche, el Cholatse y el Arakam Tse y empezamos a ascender ligeramente mientras se iba abriendo la vista sobre el valle central. Era alucinante. Y lo era por la espectacularidad del espacio, por la amplitud, por la sensación de escala al reconocer a lo lejos de nuevo al Ama Dablam y debajo la pequeña población de Pheriché. Este era el tramo de ruta que no habíamos hecho al habernos desviado por el valle de Chukung y atravesar el Kongma La Pass. Pero desde ahí se veía increíble.

(A la izquierda la ruta que comunica con Namche Bazaar, a la derecha el camino que asciende en dirección al Chola Pass)

(Ama Dablam imponente. Cerca se puede ver el Dughla y en final del valle Pheriché)

Poco a poco fuimos bordeando la colina, acercándonos cada vez más al macizo comandado por el Taboche hasta meternos debajo de la sombra del Arakam Tse. Estábamos literalmente a los pies del gigante, bordeando el lago de Chola, con su precioso color azul glacial. Este lago ya lo habíamos visto, aunque diminuto, cuando ascendimos desde Dingboché al Nangkar Tshang en una de nuestras etapas de aclimatación. Nos íbamos encontrando con viejos conocidos.

(Panorámica Del Valle Central, desde su final donde nace el Glaciar de Khumbu hasta Pheriché)

(Vistacas que nos enamoraron. Todos quisimos foto. 🙂 )

La ruta, como cabía esperar, acababa ascendiendo y llegué de nuevo con la fuerzas justas a Dzongla. A pesar de habernos desviado de la ruta principal los alojamientos en Dzongla estaban prácticamente llenos. Nos sorprendió pero dado que el paso del día siguiente era complicado se agradecía saber que no íbamos a estar solos en la montaña.

(Enfrentado al Arakam Tse)

(Atentos a Javi y a Jose caminando hacia Dzongla)

(Ama Dablam al fondo y entrando en la sombra del Arakam Tse, a la derecha el lago Chola Tsho a 4590 m.)

(Primera aparición de Dzongla, semiescondida en las laderas de la montaña)

(Bajo la sombra del Arakam Tse)

Según llegué al lodge pedí de comer antes incluso de llevar el equipo a la habitación. Desfallecido. El día aún aguantaba y las vistas desde allí seguían siendo increíbles pero para cuando hube terminado de comer ya volvíamos una vez más a estar cubiertos por las nubes. Ah, las dichosas nubes que me negaban las vistas y probablemente el atardecer. Como buen hombre de fe en los avatares del clima decidí arriesgarme una vez más y salir en busca de un hueco entre las nubes para ver picos enrojecidos. Lo único que me llevé fue una enorme dosis de frío.

(Sunset Fail)

Era la hora de recogerse, recuperar y preparase para el Chola Pass. Algo que Javi y Jose ya habían previsto: para mantener alta la moral del equipo sacaron de la mochila un poco de jamón que guardaban para la ocasión y complementaron unos huevos rotos improvisados que supieron a gloria.

Bendito equipo.

Más info: Como organizar el trek al Campamento Base del Everest

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