Etapa 20: Lumde (4368 m) – Thame (3820 m.)

Distancia: 9,5 km
Tiempo estimado: 3:30 horas.
Desnivel Positivo: 73 m.
Desnivel Negativo: 657 m.

(Perfil de Etapa)

(Nota: Esta etapa tendría que haber sido desde Lumde hasta Namche Bazaar, pero decidí parar a mitad de camino para tomar al día siguiente el desvío hacia Kongde. Lo comento por si utilizáis estos post para organizar el trekking, la ruta normal sería Lumde – Thame – Namche Bazaar – Lukla)

24 de Octubre de 2018

La culpa fue de una foto. La culpa fue de una foto que se quedó haciendo runrún en el fondo de la cabeza. Si no me hubiera detenido por casualidad delante de ella en un pasillo del lodge de Lobuché, si no me hubiera fijado en ella, mis últimos días en el Himalaya habrían sido muy distintos. Pero había encontrado su rinconcito cómodo en la memoria y se resistía a abandonarme. Una foto hecha desde Kongde, rezaba el pie de foto. No había sido hasta la noche anterior en la sala común del lodge de Lumde donde había vuelto a toparme en el mapa con ese nombre: Kongde.

(El amanecer desde Lumde) 

Era una foto bonita. Impresionante por su contenido. El Everest en todo su esplendor protegido por la pared del Nuptse y el Lhotse, flanqueado por el Ama Dablam y el Taboché, mientras por el centro discurría un profundo valle, el mismo por el que habíamos caminado nuestras primeras etapas desde Namche Bazaar. La propia Namche aparecía asi como también Tengboché, Dingboché y hasta el Chukung Ri. Era una foto antigua, de colores devorados por el sol y el tiempo y siempre sentí cierta envidia, cierto anhelo por no poder tenerla para mi colección pero supuse que estaría hecha desde un helicóptero. Y entonces encontré Kongde en el mapa. De eso solo hacía menos de 12 horas. El runrún estaba ahí. Y no iba a dejarme en todo el día.

(Khatang y el Thyangmoche)

(Nuestro Lodge con el Jobo Rinjang – 6695 m.- al fondo)

Cuando me levanté a ver el amanecer solo podía aspirar a ver iluminarse las montañas heladas. El sol tardaría mucho más en adentrarse en la profunidad del valle, angosto y estrecho donde estábamos y alcanzar las pocas casas que componían Lumde. Pero los picos del Thyangmoche y del Khatang ya comenzaban a reflejar en la palidez de su rostro de nieve y hielo los rayos del sol.

(El valle de Thame se iba iluminando, pero al sol le constaría llegar hasta Lumde)

El valle seguía helado, cubierto por un manto de ligera seda blanco que no había dejado huecos sin tapar, tanto que hasta los yaks se despertaron escarchados. La luz del sol se iba escurriendo por las rendijas de las montañas, iba dando forma a las colinas y las paredes pero para cuando dejé Lumde después de desayunar todavía tuve que caminar un rato hasta encontrarme con el sol. Estaba congelado y bien cargadito de mocos que no acababan de abandonarme. Resultaba difícil desprenderse de ellos cuando incluso el vaho de la respiración se me acababa cristalizando en la barba.

(Caminando solito, vaya lujo, por el valle de Thame)

Al menos la etapa era en bajada cosa que se agradecía tremendamente. Caminaba a ritmo alegro y disfrutando de las vistas. Javi y José habían salido un poco antes así que caminé casi sin cruzarme con nadie gran parte de la etapa. La idea de la jornada era, en teoría, llegar a Namche Bazaar, pero el runrun de Kongde de había apropiado completamente de mí. Sobre el mapa, era solo un desvío. Pero era un desvío que salía de la ruta y era volver a subir pero al menos el mapa reflejaba un camino marcado. Y si la foto cumplía lo que prometía y finalmente no había sido hecha desde un helicóptero podría disfrutar de esas misma vistas que habían quedado marcadas en el sepia de la foto. El desvío podía merecer la pena.

(Pequeña caravana de Yaks valle arriba. Al fondo se puede empezar a distinguir Thame)

(Thame)

También disponía de un día extra. Cuando pasamos por Lukla (hacía ya tantos días que parecía una eternidad) y compré el billete de avión de vuelta a Katmandú, ya habíamos incluido un día extra de margen. Dado que habíamos aclimatado sin problema y todo había salido según lo planeado, me quedaba ese día extra en las montañas y gastarlo en llegar a Kongde me parecía más apetecible que usarlo en Namche Bazaar o en la horrible Lukla. Así que mientras caminaba por el valle de Thame, descendiendo, cruzando ríos y pueblos de piedra mi nuevo plan iba tomando forma. Me quedaría ese día en Thame y desde allí comenzaría el ascenso hasta Kongde al día siguiente.

(Vistas desde Thame)

El improvisar sobre la marcha tiene estos pequeños desajustes. Si lo hubiera pensado antes, la etapa anterior la podía haber forzado hasta Thame. En la etapa en la que me encontraba no podía arriesgarme a una etapa previsiblemente dura saliendo desde Lumde, así que la opción estaba más o menos clara. Tocaba cerrar la jornada con una etapa corta, quedarse disfrutando del relax y las vistas desde Thame y al día siguiente partiría en busca de un ángulo incierto. Un plan sólido, sin fisuras.

Por eso mi etapa duró menos de 4 horas caminando. Llegué a media mañana a Thame y me tomé el último té con leche con Javi y con José donde les hice partícipes de mis nuevos planes, que implicaban que el grupo se disolvía definitivamente. Ellos habían decicido bajar caminando no hasta Lukla, sino hasta Salleri para regresar a Katmandú en autobús y les quedaban al menos otras cinco jornadas por delante. Yo ya no disponía de tanto tiempo y por eso tenía que volar desde Lukla. Si todo iba bien tendría un par de días libres en Katmandú antes de que saliera mi vuelo del país y expirara mi visa y eran un par de días muy importantes, un colchón por si el mal tiempo acaba retrasando los vuelos desde el endeble aeropuerto de Lukla.

(El monasterio de Thame con el Thyangmoché)

(Vistacas del valle de Thame)

Sellamos el adiós con un abrazo. Habíamos sido un grupo excelente, un equipo magnífico y mi experiencia en los Himalayas habría sido totalmente distinta sin ellos y sin Matti. Ahora yo había decidido romper el plan y despedirme con par de días de adelanto. Esperaba que la supuesta foto mereciera la pena.

Gasté las horas en paseos por la zona. Llegué incluso a plantearme el subir al Sunder Peak (5300 m.) pero desistí casi tan rápido como lo pensé por falta de fuerzas, porque serían más de 1500 metros de desnivel y porque dudaba que los mocos me permitieran volver a estar por encima de 5000 metros sin problemas. Sin embargo si me acerqué a adentrarme por el valle colindante hasta tener unas vistas magníficas del Thyangmoche.

(Monasterio de Thame, el más antiguo de Khumbu)

Por ahí se encontraba también, encaramado a las rocas, el monasterio de Thame. El monasterio más antiguo de Khumbu, a 3800 metros y donde más de 30 monjes viven y practican el budismo. Observarlo ahí, escalonado y dividido en balcones, en mitad de una ladera y con el Thyangmoché al fondo era una visión magnífica y solo podía sentarme a pensar como sería para los monjes el vivir en un sitio tan privilegiado. Quizás la rutina les habría hecho ajenos a la maravilla y habían dejado de ser conscientes de lo que implicaba levantarse cada mañana y ver ese entorno. Quizás, pero ojalá no.

(Al final, llegaron las nieves…)

Las nubes llegaron una vez más y está vez no lo hicieron en forma de niebla espesa. El cielo se heló y la tarde la pasó nevando. Parecía mentira, pero aún no había visto nevar en el Himalaya y agradecía no haber tenido que vivirlo en algún tramo más alto o más complicado. Solo quedaba gastar el resto del horas de luz resguardado junto a la estufa. Solo quedaba esperar que la nieve fuera solo una tibia capa y solo quedaba esperar que al día siguiente cuando rompiera el plan trazado durante semanas y me lanzara a la búsqueda de Kongde eso no fuera a complicarme las cosas.

Pero eso aún no tenía forma de saberlo.

Más info: Como organizar el trek al Campamento Base del Everest

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